EL ORDENADOR DE MI TIA LA BRUJA

Guión de cine

PERSONAJES

Julia

Víctor

Zoe

Tamara

Victoria

Reynaldo

Álex

Srs. de Noel

El Gran Darío

El Pretendiente

Alberto, el chimpancé

Felipe, el Loro

Genoveva, la Cabra

Federica, la Gata

Doña Urbana, la Lechuza

 

 

PERSONAJES SECUNDARIOS

Personal de TV.

Diseñador

Transportista

Hombre Calvo

Lápices

Sacapuntas

Tijeras

Mariló

Fontanero

Electricista

Rosa Plumeros

Bola de Cristal

Omar el Zahorí

Taxista

Ilusionistas, magos médiums,

adivinos...

Coro

 

 

 

1

Exterior. Campiña. Día.

 

Mientras desfilan títulos de crédito brota una canción de la obra. Y por una ondulante colina vemos a unos niños en bicicleta detrás de un asno y una cabra, que llevan en sus lomos a un chimpancé, un gato y una lechuza. Sobre el manillar de Víctor se posa un loro de brillante plumaje.

 

VÍCTOR (off): Vivimos en una urbanización.

 

La cámara hace una panóramica y muestra los contornos de la urbanización flanqueda por árboles de sombra.

VÍCTOR (off): La casa es de piedra.

 

Un plano general de la casa de piedra, con sus dos plantas y buhardilla. De la construcción destacan terrazas y ventanales diseñados para integrar la vivienda en la naturaleza.

ZOE: El mono sabe ir en bicicleta.

TAMARA: Sí, Alberto tiene su propia bici.

ZOE: Y tú, Víctor, lo haces ir en el asno.

 

Víctor sonríe, se despoja del sombrero y saluda.

 

VÍCTOR (off): Estas dos pequeñajas son mis dos hermanas mellizas de cuatro años: Tamara y Zoe.

ZOE: Se lo diremos a papá.

VÍCTOR: Sí, claro, a Reynaldo el biólogo.

TAMARA: Y papá dará su bicicleta a Alberto.

 

El chimpacé alza sus peludos brazos y aplaude ruidosamente la idea.

2

Interior. Casa de Reynaldo Abad. Día.

El salón es una estancia amplia, de suelo rústico y llena de luz, con un hermosa chimenea en línea a los ventanales.

Victoria sentada ante el piano, y desde un ángulo, observa unas partituras mientras acaricia las teclas.

Aparece Reynaldo, de rostro angulado, flequilllo sobre la frente y pipa en el labio. Lleva bata blanca y va directo al televisor.

VICTORIA: No, ¡no enciendas la tele!

REYNALDO: Hay un documental sobre orangutanes.

VICTORIA: ¡No, la tele, no!

REYNALDO: ¿Por qué?

VICTORIA: Pues no sé, echa chispas.

REYNALDO: ¿El televisor? ¿Chispas? ¿Estás bien?

VICTORIA: ¡Ah!

REYNALDO: Mandaste a toda prisa a los niños de picnic.

VICTORIA: Porque me quedé sin tomates.

REYNALDO: ¿Sin tomates?

VICTORIA: ¡Qué dices de tomates!

REYNALDO: ¿Yo? Pero...

VICTORIA: ¡Hum!

REYNALDO: Y no me dejas que vea la tele.

VICTORIA: ¿Tomates? Anda, ve, estudia al mono.

Le propina suaves empujones hasta que él a regañadientes se dirige al laboratorio.

 

3

Exterior. Día. Campiña.

 

La comitiva dispuesta a merendar, se detiene en un claro de un bosque de pinos con un espacio para acampar. Hay largas mesas y bancos de madera y fogones. Cerca del lugar discurre el cauce de un manantial.

 

VÍCTOR: Hemos llegado.

 

El niño salta de la bicicleta

4

Interior. Casa de los Abad. Día.

 

Vemos a Victoria en el salón en el momento de encender el televisor.

Aparece en la pequeña pantalla el Empire State de New York. Al momento se esfuma el rascacielos.

LOCUTOR (off): ¡Incrible! ¡El Empire State ha desaparecido!

VICTORIA: ¡Dios mío!

LOCUTOR (off): Las hizo desaparecer Julia Martín.

VICTORIA: Hermana, ¿cómo te has atrevido?

LOCUTOR (off): ¡Las Torres desaparecieron en un santiamén!

 

VICTORIA: ¡Devuelve esos edificios ahora mismo!

LOCUTOR (off) ¡Julia, la ilusionista del año!

Aparece Reynaldo en el salón con unos folios garabateados en la mano.

 

REYNALDO: Querida, el mono dijo otra palabra.

 

Victoria apaga precipitadamente el televisor.

REYNALDO: ¿Qué ocurre ahora al televisor?

VICTORIA: Se ha trastornado.

REYNALDO: ¿El televisor? ¿Trastornado?

VICTORIA: Averiado. Estornuda, se enciende y apaga solo.

Él la mira atónito.

 

5

Interior. Despacho de ejecutivos de TV. Día.

Planos de ejecutivos de un canal de TV.

Aparecen ensimismados ante sus mesas de trabajo. Los ejecutivos visten trajes elegantes y de tonos contrastados: gris, marrón y negro. Pese a la seriedad de sus vestimentas hay como un toque de extravagancia propio de John Galiano.

 

6

Exterior. Día. Campiña.

 

Vemos a Víctor correr hacia las aguas del manantial.

Zoe lo detiene con un grito.

TAMARA: ¿Quién debe beber primero?

 

Comienzan a cantar y bailar.

Música.

Coreografía.

VÍCTOR: ¿El loro orador,

el mono volador,

el asno soñador?

 

CORO (off): La lechuza,

La lechuza.

TAMARA: ¿El asno y sus orejas,

el mono y sus piruetas,

el loro y sus monsergas?

 

CORO (off): La lechuza,

la lechuza.

ZOE: ¿El mono bailarín,

el loro cantarín?

 

7

Interior. Laboratorio de Reynaldo Abad. Día.

 

El laboratorio se une a la casa a través de un pasillo. El biólogo sentado a su mesa aparece inmerso en su trabajo en medio de un desorden. Reynaldo Abad mira la pantalla del ordenador, toma apuntes, imprime un texto. A su alrededor hay estanterías de libros, archivos, legajos y jaulas con pájaros y ratones de laboratorio.

8

Exterior. Campiña. Día.

Los niños y animales acaban su merienda, y en comitiva emprenden el camino a casa.

 

9

Interior. Despacho de ejecutivos de TV. Día.

 

Ejecutivo I: Alguien mandó el vídeo de Julia al canal 77.

Ejecutivo II: Y otra copia al 55.

Ejecutivo III: Ahora las examinan los del canal 33.

Ejecutivo IV: Debemos contratar a Julia.

Ejecutivo V: Antes que la competencia.

 

Hay un temblor seguido de una explosión, y bajo una gran humo azul surgen ejecutivos de todas partes, imitando con silbidos un huracán y ráfagas de viento. Y forman dos grupos: optimistas y agoreros, mientras bailan y cantan.

 

Música

Coreografía.

 

GRUPO I: Brilla una

estrella:

¡Julia!,

el ilusionismo

está de júbilo.

 

CORO (off): Un espejismo

el ilusionismo.

 

GRUPO I: Brilla una

estrella:

el ojo de

la luna

parpadea.

.

GRUPO II: Con un

juego de

manos

un mago

atravesó las

pirámides de

Egipto.

 

Grupo I: Brilla

un astro,

Julia jugará

a las canicas

con el globo

terráqueo.

 

Grupo II: Visto y

no visto,

la torre

Eiffel

vuela como

un pitihué

CORO (off): Un espejismo

el ilusionismo.

 

10

 

Exterior. Campiña. Día.

Las bicicletas se van aproximando a la urbanización.

11

 

Interior. Casa de los Abad. Día.

 

Con la tez pálida, Victoria habla por teléfono en el salón.

VICTORIA (al teléfono): Sí, sí, ya vi que el Empire State vuelve a estar en Manahattan.

JULIA (off): Es un vídeo antiguo, creí que no lo pasarían.

VICTORIA (al teléfono): Si lo llega a ver Reynaldo...

JULIA (off): ¡Mujer!

VICTORIA (al teléfono): ¿Vienes para acá?

JULIA (off): Y conoceré a mis sobrinos, los encantaré.

VICTORIA (al teléfono): No, a los niños nos los encantes.

JULIA (off): ¿No?

VICTORIA (al teléfono): Encanta a... al mono, a la gata, la cabra.

Entra Víctor en el salón. Al ver a su madre temblorosa al teléfono, la mira, extrañado.

VÍCTOR: ¿Con quién hablabas?

VICTORIA (ausente): Pues, no sé.

Aparecen Zoe y Tamara.

ZOE: ¿No sabes con quién hablabas?

VICTORIA: Con tía Julia.

ZOE: La desconocida.

12

 

Interior. Laboratorio. Día.

 

En el laboratorio, el biólogo se alza de su silla al ver entra al chimpancé.

 

REYNALDO: ¿Alberto, qué tal la excursión?

 

Alberto gesticula, abre los brazos, emite gruñidos encandenados.

13

 

Interior. Casa de los Abad. Noche.

Habitación de las mellizas.

Las niñas están acostadas con sus pijamas rosas.

Al pie de la cama de Zoe, Victoria tararea una canción de cuna.

Por detrás de ella aparace Víctor, en pijama, bostezando de sueño.

 

VÍCTOR: ¿Qué es tía Julia?

Victoria vuelve la cabeza con ojos de sorpresa.

TAMARA: Siempre habláis de ella en voz baja.

Música.

Coreografía.

 

ZOE: ¿Qué es?

¿Quién es?

VÍCTOR: Tía Julia,

qué es?

TAMARA: ¿Maestra

es?

ZOE: Periodista

es?

TAMARA: ¿Cuentacuentos

es?

Bajan todos por las escaleras hacia el salón. Victoria se sienta al piano.

 

CORO (off): ¿Qué es,

cómo es,

tía Julia

quién es?

 

Victoria inclina la cabeza con expresión absorta, acaricia las teclas del piano con ambas manos y susurra:

 

VICTORIA: ¿Qué os agradaría oír?

CORO (off): A ritmo

de vals

andanzas

de una

virtuosa

del azar.

VICTORIA: Rubicunda,

ojos de miel,

espigada,

caña brava,

con alas,

tía Julia

así es.

CORO (off): ¿Qué es,

cómo es,

tía Julia

quién es?

 

VICTORIA: Tamara y Zoe a la cama.

ZOE: Pero...

VICTORIA: Y Víctor. ¡Venga! ¡Vamos!

 

La madre toma entre sus brazos a las mellizas, las besa y sube las escaleras.

Abajo, en el salón, el loro señala su presencia sobrevolando una lámpara del techo. Víctor, esperanzado, le habla.

 

VÍCTOR: Felipe, tío, ¿Qué sabes tú de tía Julia?

 

Por respuesta, el pajarraco inicia otro vuelo con un chillido.

 

VÍCTOR: Sopla lo que sepas.

LORO: Sopla lo que sepas.

VÍCTOR: ¡Eh!

LORO: ¿Qué hace un loro como tú?

VÍCTOR: ¡Qué?

LORO: ¿En lugar de locos como éste?

Malhumorado, Víctor sube peldaños y se dirige a su cuarto y halla al mono ante su escritorio. El simio tiene un rotulador en la mano y hace dibujos sobre una cartulina.

 

VÍCTOR: A ver qué dibujas.

 

Observa el dibujo a base de manchas que sugieren siluetas femeninas.

VÍCTOR: ¿El retrato de tía Julia, eh?

 

El chimpacé emite gruñidos, gesticula y asiente.

 

14

Interior. Laboratorio. Noche.

Victoria abre una puerta y se sitúa a espaldas del sillón de su esposo, quien en ese momento analiza gruñidos del chimpacé grabados, mientras toma notas.

 

VICTORIA: Julia viene a pasar unos días con nosotros.

Al oírla, Reynaldo Abad queda inmóvil en su asiento. En la cocina, Víctor susurra unas palabras en la oreja del loro y le ofrece una zanahoria. Felipe atrapa la zanahoria con el pico y vuela al salón, pero el mono de un manotazo se la roba y echa a correr. Felipe despliega sus alas y vuela tras el chimpancé. Entonces de un rincón surge la cabra Ramona y le birla la zanahoria al mono.

 

15

Exterior. Jardín. Noche.

 

La cabra huye por el jardín perseguida por sus víctimas ante la expresión de indiferencia del asno y la mirada apática de doña Urbana la lechuza.

16

Interior. Laboratorio. Noche.

 

Excitado, el biólogo limpia las lentes de trabajo una y otra vez con el pañuelo.

 

REYNALDO: ¿Así que viene tu chiflada hermana?

VICTORIA: Y los niño conocerán a su tía.

REYNALDO: Aún no has dicho a qué se dedica Julia.

 

17

Interior. Casa de los Abad. Día.

 

La familia Abad está a la mesa, desayunando. Reynaldo Abad preside la mesa, junto a él tiene el cuaderno de notas y la estílográfica.

REYNALDO: Haces mala cara, Alberto.

 

El chimpancé sentado al lado de Víctor, dispone de idéntico juego de cubiertos, platos y vasos que el niño.

 

REYNALDO: Para Alberto igual cantidad de cereales.

 

Ante el reproche, Victoria hace rechinar las muelas y coloca los brazos en jarras.

 

 

VICTORIA: ¿Mido la sopa en un tubo de ensayo?

REYNALDO: No, quiero que los trates igual.

ZOE: ¿Igual?

REYNALDO:Para investigar.

 

El mono aplaude. Y de seguido introduce su cuchara en la taza de Víctor y bebe su leche.

Las mellizas al ver la acción de Alberto, se miran aturdidas y rompen a llorar.

TAMARA: Se toma el desayuno de Víctor.

 

Brota un graznido de protesta. Todos elevan la mirada hacia la jaula abierta de Felipe. El loro no puede ver llorar a Tamara y Zoe, de ahí su protesta.

LORO: Mono ladrón, eres un glotón.

 

Al sentirse insultado por Felipe, el chimpancé extiende la mano hacia el frutero, coge una manzana y la arroja a la cabeza del loro, justo cuando la cabra aparece la cabra y recibe la fruta en plena cornamenta. El impacto arranca un bufido a la cabra, quien arremete contra el simio, que de un salto se cuelga de una lámpara. Sólo la gata y la lechuza permanecen inmóviles, ajenas al alboroto.

 

LORO: Aquí no se puede vivir.

Música.

Coreografía.

 

VICTORIA: ¿Qué olla

de grillos

tenemos

por casa?

 

VÍCTOR: Don Alberto,

usted es un

quijote.

TAMARA: Salva a Genoveva

que no tiene coche.

REYNALDO: Iré con mi

mono a un

a un árbol a

investigar.

 

VÍCTOR: Abriré con

mi asno

caminos

de azar.

 

ZOE: Iré con mi

gata a dónde

nace el mar.

VICTORIA: Iré con la

lechuza

en tren

donde sus

tocayos

toman el té.

CORO (off): Iré con mi asno,

donde canta el mar;

iré con mi gata

donde sueña el mar;

do, re, mi fa, so,

donde duerme el mar.

 

El biólogo se pone en pie. Tiene un par de escobas en la mano, entrega una a Victoria y ambos intentan poner orden entre los animales en rebeldía.

 

REYNALDO: ¡Fuera! ¡Largo de aquí!

VICTORIA: Dejadnos en paz.

Habitación de las mellizas.

A través de la ventana se dibuja un sol alto e inclinado hacia poniente.

Zoe y Tamara hacen sus deberes en sus mesas de trabajo.

En el cuarto contiguo, Víctor se deja las pestañas estudiando un libro de geografía.

Suena el timbre musical de la puerta y los tres hermanos bajo una intuición salen disparados hacia la escalera.

 

TAMARA: ¡Es ella!

 

18

Interior. Salón de los Abad. Día.

 

Bajo el marco de la puerta se dibuja la figura de tía Julia, es pelirroja, de grandes ojos soñadores. La joven luce un vestido oscuro y un sombrero hongo color granate. Lleva un maletín de ordenador en una mano y en la otra el paraguas del color del sombrero. Y permanece inmóvil, con los pies cruzados, los niños, ojos como platos, la miran como si fuera una aparición.

 

TAMARA: Sí, es ella.

ZOE: Tía Julia.

VÍCTOR: En carne y hueso.

Su presencia acarrea un caos entre los animales del biólogo. El loro introduce su pico bajo el ala, la lechuza se crispa, la gata lanza un maullido mientras su hermoso rabo se eleva y gira como una veleta. El mono pega cabriolas y saltos mortales. La cabra, como alucinada, huye al jardín por una ventana. El asno asoma unos ojos absortos por otra ventana.

Surge Reynaldo por la puerta que da al laboratorio.

REYNALDO: ¿Qué ocurre aquí?

Tía Julia eleva la palma de la mano a la altura de la boca y envía un beso a los animales domésticos. Al momento hay un sosiego colectivo entre los animales.

 

TAMARA: Se han tranqulizado.

ZOE: Con un beso.

VÍCTOR: Cosas de tía Julia.

 

Examina Reynaldo la atmósfera creada. Después observa a su esposa como exigiendo una explicación; pero ella esboza una sonrisa de circunstancias.

 

REYNALDO: Habrá una explicación...

VÍCTOR: Todo el mundo se volvió loco al ver lo bonita que es tía Julia.

 

El niño se vuelve para formular una pregunta al chimpancé, pero éste, como si quisiera soslayarla, sale dando tumbos de borracho al exterior. Todos siguen las huellas del mono.

 

19

Interior. Garaje. Día.

 

La cochera es una nave donde Reynaldo Abad, coleccionista de coches antiguos, repara sus automóviles, incluso mima sus carrocerías.

Música.

Coreografía.

VÍCTOR: Julia,

¿es un sueño

o el diseño de

una estrella?

 

El chimpancé agita una mano, afirmando, en tanto oculta el rubor de su mirada con la otra.

MELLIZAS: ¿O una estrella

atada a un sueño?

 

VÍCTOR: Loro,

canta

un aria

con tu

pico de

de oro.

 

LORO: Lariló,

lariló.

 

Mellizas: ¿Y qué dice

doña Urbana,

con su moño

de hurraca?

El ave rapaz hace un mohín con su cara achatada, pero se abstiene, como siempre, de mostrar sus emociones.

El niño hace voz de vieja.

VÍCTOR: Qué pasmo,

qué impresión.

 

MELLIZAS: La impresión

a doña Urbana

dejó sin color.

Víctor sube a lomos de la cabra.

 

VÍCTOR: Señores,

soy la cabra,

no tengo

palabras.

 

MELLIZAS: ¿Quién balará?

¿Quién cantará?

Si Genoveva

no sabe balar?

CABRA: Beeeé.

CORO (off): ¡Genoveva!

Ahora aparecen las mellizas sobre la grupa del asno. Víctor, acariciando una oreja del jumento, lo guía.

 

MELLIZAS: El corazón

de Poncho

hizo pim,

hizo pam

relinchó y

se durmió.

 

VÍCTOR: Vamos,

Poncho,

anímate.

 

MELLIZAS: ¿Y la gata

con sus ojos

de lagarta?

 

GATA: Fü,

mamiau,

miau.

 

MELLIZAS: Federica,

escribe con

tu rabo un

poema de

miamiaus.

GATA: Miauuu.

 

CORO (off): ¡Federica!

Salen bailando al exterior y entran por la puerta principal de la vivienda.

 

20

Interior. Casa de los Abad. Día.

VICTORIA (a su hermana): Tamara y Zoe están deseando darte un beso.

 

Las mellizas no esperan más. Toman carrera y se arrojan en brazos de tía Julia, que las acaricia y besa con ternura.

 

REYNALDO: Pero la reacción desatada cuando apareció...

VICTORIA: Fue un malentendido, querido.

A Reynaldo Abad le asalta una sospecha y va a la puerta para observar el exterior.

 

REYNALDO: No hay ningún coche fuera.

TAMARA: ¿Coche?

REYNALDO: ¿Cómo llegó tu hermana hasta aquí?

Las miradas se clavan en la figura de Julia.

 

JULIA: Pues vine con...

 

Salen afuera. La familia al completo va tras Julia.

21

Exterior. Jardín. Día.

 

Más allá, a cincuenta metros de la cerca que rodea la casa, se ve en el prado a un joven de pie junto a una bicicleta, con un ramo de flores silvestres en la mano, que agita.

Julia le da un grito.

 

JULIA: Vete, no quiero saber nada de ti, vete.

REYNALDO: ¿Quién es ese tipo?

JULIA: Definitivamente, no es mi tipo.

El joven dobla la rodilla en la hierba, abre los brazos, suspira, no hay duda: Cupido lo flechó.

JULIA: Que no, vete, fuera de mi vista.

VICTORIA (a su esposo): Ya sabes quien trajo hasta aquí a Julia.

REYNALDO: ¿Los dos? ¿En esa bicicleta?

ZOE: Parece buen ciclista.

22

Interior. Casa de los Abad. Día.

 

En el salón hay un silencio, que rompe al fin Víctor.

VÍCTOR: ¿Puedo llevarte el maletín?

VICTORIA: Ni se te ocurra, Víctor.

ZOE: ¿Por qué "ni se te ocurra"?

VICTORIA: ¿Dije yo ni se te ocurra?

TAMARA: Lo dijiste.

 

VICTORIA: Reynaldo aún no saludaste a tu cuñada.

 

Éstos, luego de un titubeo, se dan un beso en la mejilla. A continuación Victoria coge el maletín y con un gesto indica a su hermana que la siga y suben las escaleras.

 

TAMARA: La lleva al desván.

Afuera se oyen bocinazos y ruido de vehículos. Extrañado, Reynaldo va a la puerta y es materialmente arrollado por un tropel de individuos con mono de trabajo. Delante va un tipo enjuto, con tirantes azules y un diminuto sombrero oscuro: es el diseñador

 

REYNALDO: ¿Qué invasión es ésta?

DISEÑADOR: Con cuidado, muchachos.

VICTORIA: Suban al desván.

 

El diseñador da una orden con un gesto. Y tras él sube como una nube de grandes cajas cuadradas de embalaje.

 

TRANSPORTISTA: ¡Eh, mono! Sube esta caja.

 

El chimpance obedece y se va escaleras arriba con la caja al hombro.

Las mellizas abren los brazos con gesto elocuente y cada una recibe una voluminosa caja.

 

REYNALDO: ¡Oiga que son muy pequeñas!

 

Un individuo calvo, con bata gris, replica al biólogo.

 

HOMBRE CALVO: Son cajas al vacío, sin plomo.

 

REYNALDO: ¿Vacío? ¿Sin plomo?

TAMARA: Papá, no pesa.

ZOE: ¿Y en mi caja que hay?

HOMBRE CALVO: Está ahí dentro, pregúntale.

TAMARA: ¿A quién

HOMBRE CALVO: Al rumor del mar, andaba distraído, lo atrapé y metí en la caja.

REYNALDO: ¡Victoria! ¡Victoria! Yo me vuelvo loco.

 

En el desván se mueve un hormiguero de gente dispuesto a crear un ambiente grato de trabajo a Julia.

 

Música.

Coreografía.

REYNALDO: ¿Un laboratorio

en el desván?

 

VICTORIA: El desván,

agujero

amable

donde

investigar.

 

CORO (off): Julia,

investigar.

 

REYNALDO: Jo. Jo. Jo.

¿Investigar

cómo se hace

un botijo?

 

VICTORIA: (Reivindicativa).

¡Investigar!

 

TAMARA: Por qué

el girasol

baila un

minué y

se inclina

al sol.

 

REYNALDO: (Irónico).

¡Investigar!

 

CORO (off): Un minué

al sol.

 

REYNALDO: Jo. Jo. Jo.

¿Cómo se hace

un botijo?

VICTORIA: ¡Investigar!

 

ZOE: Por qué un

pez volador

pinta sus

alas cuando

sale el sol.

 

REYNALDO: ¡Investigar!

 

CORO (off): Con el sol,

un pez volador.

 

Los operarios van de un lado para otro en el desván.

Un tipo esbelto con una caja en el hombro se gira y tropieza con Julia, a la que derriba. El joven con un gesto de disculpa, le ofrece su mano.

 

JULIA: ¡El pretendiente!

PRETENDIENTE: ¡Ejem! Yo...

JULIA: ¿Cómo has entrado aquí?

PRETENDIENTE: Yo te amo, Julia.

JULIA: ¡No! No, te acerques.

 

Los niños presencian la escena.

 

ZOE: Te dio con la caja sin querer.

PRETENDIENTE: ¿Verdad?

TAMARA: Yo lo vi, sin querer.

PRETENDIENTE: ¿Lo ves?

JULIA: Vete, ya, de mi vista, vete.

Se acercan hacia ellos Victoria y Reynaldo, quien mira con recelo al Pretendiente.

 

REYNALDO: ¿Quién se tiene que ir?

ZOE: Es que no quiere al Pretendiente.

 

Un individuo de bigote rizado se acerca, furtivo, a Julia, con un papelorio y pluma.

 

EJECUTIVO DE TV.: Firme.

 

JULIA: No, dejé el ilusionismo.

Varios individuos transportan un enorme telescopio en un trípode con ruedas. Otros llevan una gran antena.

Reynaldo se mete por en medio, tropieza y cae.

 

REYNALDO: ¿Y ese telescopio?

Se abre un largo ventanal mostrando la grandiosidad de la bóveda celeste. La cabeza del telescopio apunta al universo.

DISEÑADOR: ¿Qué te va pareciendo tu estudio?

JULIA: Un sueño.

 

El desván se ha transformado en una ordenada estancia para una utópica investigadora de días nublados.

 

REYNALDO: ¿Así que a tu hermana le van los astros?

VICTORIA: Pues... (observa a las mellizas) Tamara y Zoe a estudiar.

 

Resignadas, las niñas obedecen y se dirigen a su habitación. Victoria toma de la mano a Julia.

 

VICTORIA: Cuánto ajetreo. ¿Dónde hablar? En la cocina.

Se aleja, sin soltar a Julia de la mano.

 

REYNALDO: Yo, yo iré a correr un rato con el mono.

 

Planos de Victoria y Julia en la cocina decorada con grandes azulejos.

Victoria friega los utensilios, mientras Julia picotea cerezas de un frutero.

 

VICTORIA: Te han dejado un desván precioso.

JULIA: Sí, es, es...

VICTORIA: Me tienes que hacer una promesa.

JULIA: ¿Una qué?

VICTORIA: Que no utilizarás tus poderes entre nosotros.

JULIA: ¡Oh, qué dices!

VICTORIA: Ni ayudarás a dormir a las mellizas susurrando cantos de gallo.

JULIA: El gallo es muy sonoro.

VICTORIA: Ni pondrás a Víctor...

Música.

Coreografía.

 

VICTORIA: Un diente de lobo

en la almohada

para darle suerte.

JULIA: Sueña

una

cigarra

con un

amuleto

de nácar.

VICTORIA: Ni en el bolsillo,

un erizo de mar.

JULIA: El erizo

es el peine

de la reina

de los peces.

VICTORIA: Para cuando

Víctor esté

en apuros.

JULIA: Pero...

VICTORIA: En el guardarropa

de Reynaldo nada

de albahaca.

 

JULIA: Nada de

nada.

VICTORIA: Conozco a

mi hermana.

Le gusta

brujear,

encantar

y a veces

levitar.

 

JULIA: Qué maga

más redomada

es tal hermana.

Mientras Julia descarga el mentón en su puño y reflexiona, Victoria se dirige a un armario de la cocina con una bandeja de plata.

 

VICTORIA: Vivimos tranquilos y así debemos seguir.

 

Abre el armario y da un grito. Un hombre enjuto, con lentes, la saluda, moviendo los dedos de la mano.

JULIA: ¿Qué ocurre?

VICTORIA (tartamudea): Hay... un hombre de gris ahí.

 

JULIA: ¿En el armario?

VICTORIA: Yo, yo lo vi, me saludó.

Julia se acerca al armario, lo abre con un resoplido e invita a su hermana a echar un vistazo.

VICTORIA: Vi un ojo de cristal.

JULIA: ¡Cosas de tu imaginación!

VICTORIA: ¿Ah, sí?

JULIA: Tal cual.

Entra Víctor en la cocina, coge un vaso y va a la nevera a servirse Coca-Cola.

 

VÍCTOR: ¡Mamá! Hay un sombrero de copa en la nevera.

VICTORIA: ¿En la nevera?

Las hermanas van hacia la nevera, Victoria va delante. Julia por detrás de su hermana hace un gesto cabalístico, que capta Víctor.

 

VICTORIA: ¡No hay ningún sombrero!

JULIA: Es lo lógico, ¿no

 

Tía Julia guiña un ojo de complicidad a Víctor.

VICTORIA: Víctor, ve a ver qué hacen las mellizas.

Él obedece y anda de espaldas, observando a Julia con admiración.

Habitación de las mellizas.

La mano de Víctor en el pomo de la puerta, que entreabre. Víctor queda boquiabierto al ver el espectáculo que golpea sus retinas.

Las mellizas, sentadas en sus lechos, le hacen señas para que acuda junto a ellas sin hacer ruido.

 

TAMARA: Chiss, sin ruido.

Sobre los escritorios de las niñas acaba de iniciarse un insólito ballet de figuritas muy reconocibles: lápices, sacapuntas, tijeras, pinturas, posalápices, figuras de plastelina...

Música.

Coreografía.

 

LÁPICES: Al fin,

por fin

tía Julia

asomó la

nariz.

SACAPUNTAS: Punta fina

por aquí,

punta fina

por allá...

TIJERAS: Afilemos

la mina

para que

Zoe y Tamara

escriban

sus rimas.

CORO (off): Al fin,

por fin

tía Julia

asomó la

nariz.

 

23

Exterior. Casa de los Abad. Madrugada.

 

Se oyen cantar a grillos y a pájaros de la noche. A cien metros de la cerca, junto a unos árboles, aparece Mariló, una maga flaca y joven con aire de hippy. Lleva un vestido azafranado y una cinta en la frente.

Mariló apoya la escoba voladora junto a un árbol, mientras quema una vara de incienso.

MARILÓ: Eoí,

eoí,

eoá,

eoá,

al Pretendiente

de Julia lo he de robar.

 

Sin más, sube a la escoba, despega de tierra y da tres vueltas por el aire en torno a la casa.

 

24

Interior. Casa de los Abad. Madrugada.

 

El zumbido del vuelo de la escoba despierta a Tamara, que a su vez espabila a A Zoe. Ambas miran a través de la ventana y descubren el vuelo de la nigromántica.

 

ZOE: Vamos a despertar a Alex.

Ellas se introducen como una exhalación en la habitación de los niños.

Éstos abren los ojos y se dirigen con las niñas a la ventana.

 

ÁLEX: Es la maga Mariló, ¿por qué vuela por aquí?

TAMARA: ¿Mariló?

ÁLEX: ¿Tenéis un tirachinas?

 

Víctor se desplaza unos metros, abre un cajón y le ofrece un tirachinas.

 

ÁLEX: Necesito garbanzos.

ZOE: Voy a por ellos.

 

Sale Zoe.

 

TAMARA: ¿Vas a derribarla a garbanzo limpio?

ÁLEX: Su magia es de cuidado.

El vuelo de la maga es cada vez más veloz y rasante. Surge Zoe con las manos llenas de garbanzo. Alex coge uno.

 

ÁLEX: Garbanzo,

ojo de fauno,

pupila de

diamante,

haz blanco.

 

El pequeño Alex cierra un ojo, tensa el tirachinas y dispara.

 

25

Exterior. Casa de los Abad. Madrugada.

 

El piloto y su escoba caen del cielo en picado, con un estruendo y sobre la hojarasca.

Mariló se yergue maltrecha entre los hierbajos, esboza una mueca y mira con irritación hacia la ventana de donde partió el proyectil.

26

Interior. Casa de los Abad. Día.

La familia al completo, salvo Reynaldo, desayuna en un ángulo del salón.

Entra el biólogo con animado semblante, besa a Victoria y a las mellizas, da la mano a Julia, acaricia el flequillo de Victor, pellizca la oreja del chimpancé, da una golosina al loro.

 

REYNALDO: El hombre del tiempo pronosticó un fin de semana radiante.

VICTORIA: ¿Y?

REYNALDO: ¿Por qué no lo pasamos en la costa?

Una luz de recelo brilla en las pupilas de Victoria.

 

VICTORIA: A ver qué llevas en los bolsillos del pantalón.

 

Reynaldo la observa con estupor. Aunque obedece de forma maquinal, y cuando extrae las manos de los bolsillos en la diestra brilla un fragmento de piedra.

REYNALDO: ¿Qué es esto?

Mira la piedrezuela con ojos científicos.

REYNALDO: Una piedra preciosa, quizá una turquesa.

Entra por la puerta un individuo enjuto, de ojos penetrantes, con una piedrecilla lunar refulgiendo en su oreja. Viste un mono azul de trabajo y lleva en la mano una caja de herramientas.

 

DESCONOCIDO: El fontanero.

Su presencia rompe la paz interior de los animales: maúlla la gata, suelta el loro una palabrota, la lechuza bate sus alas con malas maneras, incluso del jardín llega un largo rebuzco del asno. Sólo el chimpancé parece ignorar al intruso.

 

FONTANERO: Sí, el fontanero.

 

Sin aguardar a que se le invite a pasar, olfatea el ambiente y va directo al cuarto de baño.

Victoria hace una señal imperceptible al mono, que juega con unas fichas de dominó. Alberto baja de la silla. atrapa un bastón y se planta con actitud hostil ante el desconocido.

 

FONTANERO: No irá a darme un bastonazo.

VICTORIA: Aquí no hay grifos ni tuberías averiadas.

El visitante titubea y exhibe a flor de labios una mueca de pájaro sabihondo.

 

FONTANERO: ¿Seguro que no?

 

Gira el dedo, señala con insistencia hacia la puerta de baño.

 

VICTORIA: ¡Dios mío! Mirad.

 

Por debajo de la puerta, a ras del suelo, corre un hilo de agua que se ensancha por momentos.

 

FONTANERO: Estaba justificada mi presencia, ¿no?

 

Justo cuando el fontanero se introduce en el baño aparece en el salón otro individuo con un tic bajo el párpado. También viste un mono de trabajo y lleva una caja de herramientas. Enseguida oculta su mirada con unas gafas ahumadas.

DESCONOCIDO II: El electricista.

 

Sin más explicaciones, se pone a examinar la instalación eléctrica de la vivieda.

REYNALDO: Pero si no lo hemos llamado.

VICTORIA: ¿Cómo sabe que tenemos una avería?

El hombre, en silencio, extrae de entre sus herramientas una pluma de búho y tantea los hilos de la luz mientras, arranca rabiosas chispas.

 

ELECTRICISTA: Cortocircuitos, ¿lo ven?

 

Se cuela ahora una joven desgarbada. Lleva el pelo ensortijado, las mejillas impregnadas de colorete y del cuello pende un medallón.

 

DESCONOCIDA: Me llaman Rosa Plumeros. Me mandan de Poliservis .

 

REYNALDO: ¿De poliqué?

ROSA: ¿El escobón? ¿La aspiradora? ¿La lejía?

VICTORIA: Ayer se limpió la casa, ni una mota de polvo.

Sonríe la joven, extrae un plumero de vivos colores, los agita con una pirueta y brota una leve explosión bajo una nube de polvo.

 

ROSA: Ni una mota de polvo, ¿eh?

 

Sacude su vestimenta con el plumero y, como si conociera el interior de la vivienda, tararea una canción y se pone a trabajar.

 

27

Interior. Invernadero Día.

 

Victoria humedece plantas con un pulverizador de agua. Julia tiene una maceta con una delicada flor en las manos.

 

VICTORIA: ¿Quién es esa chica de la limpieza?

JULIA: Una ilusionista.

VICTORIA: ¿Y el fontanero?

JULIA: Un adivino.

VICTORIA: ¿Y las averías?

JULIA: Las provocaron con sus poderes ocultos.

Victoria mira a su hermana, la examina, con una mirada interrogante.

JULIA: Yo vine a trabajar en mi ordenador.

La mirada de Victoria no se aparta un milímetro de la faz de Julia.

 

JULIA: Sobre un fenómeno atmosférico.

Música

Coreografía.

 

JULIA: El Tiempo

Gris con

zapatos

de charol

esconde

a la señorita

Alegría en

un arcón.

 

VICTORIA: No empecemos.

JULIA: Pájaros

de ceniza

danzan

bajo una

lluvia

de neblina.

 

VICTORIA: No, por favor.

 

JULIA: El señor

nubarrón

de un soplido

hace burbujas

el buen humor.

VICTORIA: Qué obsesión.

JULIA: El señor

nubarrón

estornuda

en las narices

del sol.

VICTORIA: ¿Cómo ir a la costa con la casa llena de magos?

Julia da unas sonoras palmadas y entra volando la lechuza en el invernadero.

JULIA: Doña Urbana, ve a por esos aprendices.

 

La lechuza suelta un graznido y vuela a cumplir la orden.

 

VICTORIA: ¿También te obedece doña Urbana?

 

Un fontanero, un electricista y una empleada de hogar se alinean ante Julia, quien al verlos extrae una flauta.

JULIA: ¿Qué música queréis oír?

ELECTRICISTA: Fantasía de una chispa eléctrica.

Asiente Julia, lleva la flauta a los labios y, en cuanto suena la música, el falso electricista se pone a bailar.

Relampaguean los ojos de Rosa Plumeros, quien se acerca a Julia.

ROSA: Por favor, Contradanza del plumero volátil.

Al ritmo de la música, Rosa Plumeros baila sola y luego emparejada con el mago electricista.

El fontanero siente envidia de verlos danzar y ruega a Julia.

 

FONTANERO: Piruetas de un instalador de grifos.

Al oír la melodía solicitada, el fontanero baila y al final se incopora a sus compañeros y forman una fugaz coreografía nigromántica.

 

Al concluir la música de flauta, bajo un silencio, los bailarines curvan el talle y hacen una reverencia a Julia.

JULIA: Os ordeno que sigáis el vuelo de la lechuza.

 

Doña Urbana extiende sus alas, Julia chasquea los dedos y el fontanero desaparece sin dejar rastro.

 

VICTORIA: ¡Oh!

 

Otro chasquido.

El electricista se esfuma en el acto.

 

VICTORIA: ¡No puede ser!

 

Ante las desapariciones, Rosa Plumeros murmura.

 

ROSA: Me falta todavía quitar el polvo al piano.

Un gesto de Julia basta para que Rosa se desvanezca en el aire. Boquiabierta, Victoria mira a su hermana.

 

VICTORIA: ¿Y doña Urbana?

JULIA: Llevando a esos aficionadillos a casa.

VICTORIA: No debemos ir a la costa.

JULIA: Iros. Aquí no ocurrirá nada de particular.

 

28

Interior. Canal de TV. Día

En un despacho, tres individuos permanecen sentadas ante sus mesas de trabajo, con la mano en el mentón, cavilosos. El más animado se pone de pie.

 

EJECUTIVO I: ¿Cómo es esa canción?

 

Los ejecutivos la tararean con desgana.

 

A ritmo

de vals

andanzas

de una

virtuosa

del azar.

 

EJECUTIVO I: ¿Café, señores?

EJECUTIVO II: Alguien debe convencer a Julia.

EJECUTIVO III: El ilusionismo sin ella...

EJECUTIVO I: Es un sombrero de copa lleno de serrín.

 

Apáticos, vuelven a canturrear.

 

A ritmo

de vals...

 

29

Exterior. Casa de los Abad. Atardecer.

 

Bajo el porche, el matrimonio Abad besa a sus hijos ante la mirada de Julia.

Al otro lado de la verja aparece estacionado el coche.

Un plano sobre Victoria asomando la cabeza por la ventanilla del automóvil.

 

VICTORIA: Víctor, cuida a las mellizas.

VÍCTOR (off): Sí, mamá

Crepita el motor y arranca el automóvil, que rueda con lentitud.

 

VICTORIA (off): Julia, un vaso de leche caliente por la noche a Tamara y añade un poco de chocolate para Zoe.

30

Exterior. campiña. Anochecer.

 

El loro y la lechuza en rápido vuelo atraviesan un nubarrón de agua. Hay tormenta, un relámpago sucede a otro seguidos del eco airado del trueno. La noche sorprende a las aves con el plumaje empapado de agua.

 

31

Exterior. Almacén de vinos. Noche.

 

Tal como descienden de las nubes, el loro y la lechuza divisan un caserón utilizado como almacén de vinos con varios árboles que parecen custodiarlo.

Felipe y doña Urbana se posan en las frondas de una higuera, y desde una rama ven la gran puerta de roble de la bodega.

Las aves remontan el vuelo y aterrizan junto a la reja de un ventanuco para observar el interior de la nave.

 

32

Interior. Almacén de vinos. Noche.

 

Nave amplia de altos techos abovedados y cruzados por vigas con un altillo soportado por varias columnas y unido a una escalera de caracol. Bajo el altillo vemos una hilera de toneles de vino y la larga mesa de debates de los ocultistas. El fulgor de la alfombra roja se extiende hasta lo pies de un destartalado sillón dorado.

 

LECHUZA: ¿Ves lo que veo?

LORO: Veo lo que ves.

 

Están reunidos Darío el Grande y su gente: un mare mágnum de médiums, adivinos, nigrománticos, echadores de cartas, ilusionistas, etc.

Un tipo escuálido, narigudo, de dos metro de alto, observa el exterior desde una ventana del altillo.

El adivino, como un gato exaltado, desciende a la nave por una de las columnas.

 

ADIVINO: ¡Cae una tormenta de lagartos ahogados!

La noticia es acogida con grandes muestras de júbilo.

 

MEDIUMS: Eso es, eso es.

Forman un cuadrado mágico y dentro del mismo, con impermeables y sombreros negros, inician el baile entre cánticos y salmodias.

En plena danza, los principiantes de médiums van y vienen de los toneles con jarras de vino que ofrecen a los maestros en ciencias ocultas.

Se incoporan al canto los prestidigitadores.

 

 

Música.

Coreografía.

Se pica

el viento,

aguaviento.

 

De la caja

de truenos

asoma

don Ciclón

con aires

de soplón.

 

Lagrimea

la nieve,

aguanieve.

 

Se entolda

el cielo,

lluvia

de botas

de viento.

El loro y la lechuza se caen de sueño. Desde su observatorio ven la fiesta nigromántica.

 

LORO (bosteza): Amanece.

LECHUZA: Y estos tipos del mal de ojo son infatigables.

 

En medio de música de flautas, oboes y contrabajos, brota el canto de un gallo.

Con un estremecimiento, Darío, el mandamás de los ocultistas, cesa de dirigir el baile y sube al altillo por la escalera de caracol, observa el exterior a través de un ventanal y se le escapa un grito desgarrador.

DARÍO: Escampaaaa.

Hay un silencio de cueva. Nadie parece creerlo. Entre expresiones de asombro, echadores de cartas y quirománticos se acercan flotando hacia los ventanales.

 

ILUSIONISTAS: ¡Oh! El arco iris.

 

El esplendor de un arco iris se cuela por entre las altas vigas de la bodega y sus luces bajan y deslumbran a los adivinos, desatando su histeria. Éstos entre gritos van de un lado a otro de la nave, cerrando las contraventanas.

 

DARÍO: Serenidad, calma, por favor.

 

33

Interior. Casa de los Abad. Noche.

 

El desván.

 

Julia trabaja en la mesa de los ordenadores, con un receptor en la mano similar a un télofono móvil.

Bajo un enigma de sonidos intermitentes, vemos flotar cuerpos celestes en los monitores de los ordenadores.

Por el ventanal, el telescopio explora el firmamento punteado de luces. Cerca del telescopio se eleva una larga antena receptora.

Entran en el desván los niños, con el mono de la mano. Todos van en pijama y andan casi de puntillas.

 

VÍCTOR: ¿Qué haces, tía Julia?

JULIA: Recibo datos de satélites artificiales.

ZOE: ¿Y esa antena?

JULIA: Capta señales y las remito vía satélite.

VÍCTOR: ¿Y ahora qué haces?

JULIA: Hay chatarra allá arriba.

TAMARA: ¿Chatarra?

JULIA: Hay un satélite averiado.

ZOE: ¡Averiado!

JULIA: Sí. Y no manda datos sobre el mal tiempo. ¿Lo veis?

 

Los niños se turnan y miran por el telescopio, también el chimpancé.

JULIA:Activé el satélite y lo modifiqué.

ZOE: ¿Eso hiciste?

JULIA: Ese satélite se encargará de disolver nubarrones.

VÍCTOR: ¿Es un barrendero espacial?

JULIA: ¡Ajá! Barrerá las nubes que ocultan el sol.

TAMARA: Qué cosas.

JULIA: ¿Quéreis ver cómo disuelve la nube que tapa la luna?

ZOE: Sí, tía Julia.

TAMARA: Barre esa nube.

Entra Victoria en el desván. Al ver a los niños mueve la cabeza con resignación.

VICTORIA: Tamara, Zoe, Víctor, a dormir.

ZOE: Pero, mamá.

VICTORIA: ¿Sabéis qué hora es?

Buscan la puerta con cierto desencanto en la faz. De pronto el chimpancé se gira y mueve la mano, protestando con un gruñido.

 

VICTORIA: Julia, ¿De qué les hablabas?

JULIA: Del barrendero del espacio. ¿Quieres verlo?

Victoria tuerce el gesto, va a replicar a su hermana, pero se contiene y abandona el desván.

 

34

Interior. Almacén de vinos. Madrugada.

 

Darío hace una señal a los músicos para que sigan animando el ambiente lúdico de la bodega.

Los ritmos tienen un aire de pesimismo, y las magas más que bailar, mueven los pies como si llevaran grillos en los tobillos.

 

Un coro de protestas se deja oír.

 

MAGO I: Hacía una noche de perros.

MAGO II: Pero Julia debió utilizar su disquete.

 

Los ilusionistas van de un extremo de la nave a otro, con los dedos cruzados a la espalda, meditabundos, en tanto se deja oír otro ritmo musical.

Música.

Coreografía.

Arco de luces:

ruge.

Oro del alba:

cabalga.

Ópalo de fuego:

Antón Perulero.

Aurora boreal:

dormida en un rosal.

Y este multicolor

tiempo:

un contratiempo.

¿Una chispa de sol?

Sueños de asmáticos.

Rápido,

el programa

informático.

 

Cesan de canturrear. Los magos bailan algo más motivados, ajenos a que son observados desde lo alto de las vigas por un par de lúcidas aves. En ese instante el loro, rabioso, sacude su cresta y murmura al oído de doña Urbana.

LORO: Han llamado tontaina a tía Julia.

 

La lechuza exhibe sus poderosas garras.

 

LECHUZA: Se arrepentirán.

 

El Gran Darío se introduce dentro del cuadrado mágico, impone silencio con un gesto de autoridad y lanza un breve discurso.

 

DARÍO: Soy alérgico al sol y a los días azules.

CORO (off): Superalérgicos.

DARÍO: El Día Gris debe doblegar al Día Azul.

CORO (off): Superalérgicos.

 

Vuelve la música. La fiesta de los magos alcanza su punto más álgido.

 

LORO: Tengo información para Víctor.

 

Felipe le hace un gesto a doña Urbana para que remonte el vuelo con él.

 

35

Exterior. campiña. Amanecer.

Se ven volar pájaros de pico ganchudo rumbo a la urbanización, mientras una luna de oro se desvanece con lentitud por el horizonte.

 

36

Interior/Exterior. Casa de los Abad. Amanecer.

 

En casa del biólogo duerme el silencio.

 

Unas siluetas furtivas suben las escaleras en dirección al desván. Se oyen crujir sus pisadas, pero no se perciben sus figuras, y avanzan hacia el fondo donde el telecospio parece husmear el universo y la gran antena oír sus latidos. Las pantallas de los ordenadores se muestran activas.

 

Al otro extremo del desván, Julia duerme apaciblemente.

 

SOMBRA I (off): Localiza el programa solar de Julia.

Una silueta se sienta ante el ordenador central y teclea y abre un archivo tras otro.

 

SOMBRA II (off): Deprisa, deprisa.

SOMBRA III (tecleando): Global Position System, no sé, no sé.

SOMBRA I: ¡Rápido, Julia se puede despertar!

SOMBRA III: Nube, nubarrón, nublado, ¡aquí? Sí, aquí.

SOMBRA I: Borra el disco duro.

SOMBRA III: Hecho.

SOMBRA II: Perfecto. Sálgamos. ¡Ya!

 

Las tres sombras buscan la puerta del desván y parecen flotar cual fantasmas urbanos. Una de la siluetas se para, retrocede, va a un perchero y coge un diminuto bolso de Julia. Luego hunde la mano en el bolso, emite un rayo de luz con su ojo torvo y lee la etiqueta de un disquete.

 

SOMBRA I: Ved, la copia de seguridad.

SOMBRA II: ¡Darío se pondrá muy contento!

Queda el desván en silencio. Sólo se oyen el latido del espacio y el runrún de la impresora, también el leve resoplido de Julia en manos del sueño.

 

Julia se despierta.

 

Bajo una intuición, ella se desplaza nerviosa a su mesa de trabajo y teclea en un ordenador.

 

JULIA: ¡Mi programa!

 

Se levanta de la silla, cruza el desván, va al perchero.

 

JULIA (off): También robaron el disquete de seguridad.

 

37

Exterior. Casa de los Abad. Amanecer.

 

El loro y la lechuza descienden de las nubes y sobrevuelan la casa del biólogo. Felipe y doña Urbana aterrizan sobre la leñera y captan el rumor de una conversación.

 

SOMBRA V: ¿Habéis encontrado el disquete?

SOMBRA II:La gallina negra nos dio la pista.

SOMBRA IV: Larguémonos de aquí.

 

Un tropel de sombrajos se abalanzan sobre la verja, pero Felipe y doña Urbana les cierran el paso.

 

LORO: Yo os conjuro, oh, sombras taimadas, a que devolváis lo robado.

 

De súbito alguien silba una melodía que remite a un sortilegio.

Ante la lechuza y Felipe fosforecen media docena de ojos con un enigma brillando en las pupilas.

 

LECHUZA: ¿No tienes miedo?

LORO: Doña Urbana, me tiembla hasta el ombligo.

En medio de las tinieblas, frente a sus ojos, flotan en el vacío relojes de bolsillo fosforescentes con la tapa de cristal abierta. Los relojes primero permanecen inmóviles sujetos por invisibles cadenillas, después se balancean, marcando un ritmo, desplazándose de izquierda a derecha, bajo el silbido constante y melodioso de una maga. La lechuza y el loro se sienten fatalmente atraídos por las saetas de los relojes y son incapaces de retirar la mirada y un sueño hipnótico los atrapa.

 

38

Interior. Casa de los Abad. Día.

 

Un rayo de sol se filtra por los visillos de la ventana de Víctor. Éste parpadea y salta del lecho.

 

39

Exterior. Casa de los Abad. Día.

 

Víctor se da de bruces en el porche con Felipe y doña Urbana, que están hipnotizados. El niño queda perplejo y duda en despertarlos.

 

VÍCTOR (off): ¿Y si pierden la memoria?

 

Cuando Víctor se dispone a entrar en la casa, tropieza en la puerta con Julia, Zoe y Tamara.

 

VÍCTOR: ¡El loro y la lechuza duermen despiertos!

 

Una luz de rabia brilla en los ojos de Julia.

 

JULIA: Cuidado, no los despertéis de golpe.

 

Ante el ruido, irrumpen el asno, la cabra, el chimpancé y la gata Federica.

 

JULIA: Vamos a ver, Felipe, ¿sabes dónde estás?

LORO: Ni idea.

JULIA: ¿Y tú, doña Urbana?

 

La lechuza adopta una expresión como si deseara seguir en el sueño artifical.

 

En silencio Julia extrae una flauta del bolsillo.

 

JULIA: Cuando oigáis una música, abrid los ojos.

 

Lleva la flauta a los labios e interpreta unas notas. Felipe y la lechuza abren unos ojos atolondrados.

 

En grupo franquean la casa.

 

40

Interior. Casa de los Abad. Día.

En el salón hay un ambiente de derrota.

 

LORO: Julia, te robaron el disquete.

JULIA: Sí, lo sé.

TAMARA: ¡Oh, tía Julia!

Las mellizas y Víctor se abrazan a Julia, justo cuando suena el timbre musical de la puerta.

 

Tamara corre a abrir. Una pareja de adultos con un niño de la mano surgen bajo el marco de la puerta.

 

Los animales se crispan al ver a los visitantes: Poncho, rebuzna; la gata, maúlla; gruñe el mono colgándose de la lámpara, la cabra va a saltar por la ventana, pero Julia esboza un ademán cabalístico con la mano y de inmediato la armonía se instala bajo aquel techo.

Víctor, Tamara y Zoe, inmóviles, miran sin pestañear a los recién llegados.

 

VISITANTES: Somos los señores de Noel y nuestro hijito se llama Alex.

 

El hombre es canijo, con bigote rubio y ojos muy vivos. Viste un traje gris y lleva sombrero. Una aguamarina en la solapa de la chaqueta emite un destello. Ve el desmoronamiento de tía Julia y se le acerca, afectuoso.

 

SR. NOEL: Vinimos a advertirte.

JULIA: Es tarde, ya lo han robado.

 

El señor Noel cierra los puños con impotencia. Después observa a su mujer, conteniendo su enojo.

 

SR. NOEL: Te lo dije, hay que avisar pronto a Julia, pero a Alex había que comprarle antes un pastel de crema con nueces.

ÁLEX: Yo puedo recuperar el disquete, papá.

ZOE: ¿Tú?

ÁLEX: Ayer dejé clavada una mosca en el aire.

TAMARA: ¿En serio?

ÁLEX: Y anoche jugué con una rana a los dados.

 

La mamá de Alex, una dama con un vestido de calle, sombrero de flores y aros brillantes en las orejas, tuerce el gesto, escandalizada.

 

SRA. DE NOEL: ¡Alex! Esas cosas no se cuentan en público.

 

Alex aparenta seis años años. Su rostro enmarcado por un cabello abundante y con bucles desprende una aureola de inocencia y picardía.

 

Julia, más reanimada, se yergue y manda a los niños a jugar al huerto.

 

TAMARA: pero tía Julia...

 

41

Exterior Casa de los Abad. Día.

 

En el huerto, junto a un cerezo y un manzano, las mellizas y Víctor se muestran taciturnos. Alex lo percibe.

 

ÁLEX: ¿Queréis ver algo fuera de lo común?

ZOE: Estamos tristes.

ÁLEX: Bah, bah. ¿Algo extraordinario?

TAMARA: Alex, enseña a la lechuza a hacer calceta.

ZOE: Alex, enseña al mono a volar.

TAMARA: Y al loro a cantar ópera.

ÁLEX: No, os voy a convertir en un par de ratitas.

 

Tamara Y Zoe fruncen el ceño, aunque es palpable que el pequeño mago bromea. Vìctor al fin ríe entre dientes.

Las mellizas gritan y echan a correr.

 

ZOE: Poncho, Alberto, Genoveva..

TAMARA: Ayudadnos.

 

42

Exterior. Campiña. Día.

 

En su huida, las niñas saltan al otro lado de la valla de la casa, perseguidas por Alex. En auxilio de ellas vienen el asno, la cabra, el chimpacé, la gata y el loro.

Las mellizas al final tropiezan contra las piernas largas del Pretendiente.

ZOE: Mira, es el de antes.

 

El Pretendiente deja su bicicleta en tierra, se despoja de su sombrero de paja y saluda.

 

PRETENDIENTE: Soy Big Bang, boxeador.

ZOE: ¿Big Bang

PRETENDIENTE:Subcampeón de peso ligero.

TAMARA: No es campeón.

PRETENDIENTE: Y pretendiente sin novia.

 

Víctor acaba de llegar y se integrar en el grupo.

 

VICTOR: Tía Julia lo rechazó.

PRETENDIENTE: ¡Vamos! Empieza el combate.

 

Música.

Coreografía a modo de pantomima.

 

PRETENDIENTE: Cerrad los puños.

 

CORO (off): Cerrad los puños.

 

PRETENDIENTE: El izquierdo

más extendido;

el derecho

al acecho;

el mentón

en el pecho;

los ojos

abiertos.

 

CORO (off): Por si acaso,

por si acaso.

 

PRETENDIENTE: Ea, formemos a los contendientes. (A Víctor) Muchacho.

VÍCTOR: Tamara contra Alex.

CORO (off): ¡Bien!

VICTOR: Zoe contra el chimpacé.

 

CORO (off): ¡Bien!

VICTOR: La cabra contra el asno.

CORO (off): ¡Bien!

VICTOR: La gata contra doña Urbana.

CORO (off): ¡Bien!

VICTOR: Y yo contra...

PRETENDIENTE: El aspirante Big Bang.

Todos combaten. El Pretendiente simula dar un derechazo en la mandíbula de Víctor, éste se desploma. El Pretendiente con un silbato en la boca ejerce ahora el papel del árbitro.

 

PRETENDIENTE: El izquierdo

más extendido;

el derecho

al acecho;

el mentón

en el pecho;

los ojos bien

abiertos.

 

CORO (off): Por si acaso,

por si acaso.

 

 

43

Interior. Casa de los Abad. Día.

 

Los señores de Noel permanecen de pie en el salón, con una taza de café en la mano, tratando de animar a Julia.

 

JULIA: Me costó tanto configurar el programa.

 

Un velo de amargura vela sus bellos ojos.

 

SRA. DE NOEL: Anímate, querida, lo recuperarás.

SR. NOEL: Nos quedaremos hasta que vuelva a tus manos.

 

JULIA (azorada, mintiendo): Apenas hay habitaciones.

 

SR. NOEL: Podemos pasar la noche en este sofá.

JULIA: ¿Y Alex?

SRA. DE NOEL: ¿No hay cama para Alex?

JULIA: Hay... Hay una cama vacía en el cuarto de Vìctor.

SRA. DE NOEL: Problemaresuelto.

 

44

Exterior. Campiña. Día.

 

La pantomima pugilística deja extenuado al grupo. El loro y la lechuza aparecen posados en la rama de un pino, y el asno y la cabra y el chimpancé tendidos en la hierba junto con los niños y el Pretendiente.

 

El joven, entretanto, deshoja una margarita.

 

PRETENDIENTE: ¿Me quiere? ¿No me quiere?

ZOE: ¿No te quiere?

PRETENDIENTE: Soy un novio en puertas.

TAMARA: ¿En puertas?

PRETENDIENTE: Los novios en puertas somos novios tristes.

ZOE: Hay que ayudarle a que lo quiera.

VICTOR: ¿Y por qué?

PRETENDIENTE: Julia dijo: ¿El boxeo o yo?

TAMARA: ¡Pues ella!

PRETENDIENTE: ¿Y cómo me pago los estudios

El Pretendiente suspira, se alza en silencio y v hacia su bicicleta y comienza a pedalear, alejándose. De repente vuelve la cabeza.

 

PRETENDIENTE: Haced que tía Julia me quiera.

 

45

Interior. Casa de los Abad. Día.

La señora de Noel, sentada en el diván, se observa en un espejo de de mano.

SRA. DE NOEL: ¿Dime, espejito sabio, qué diablos hace ahora Darío el fantoche?

 

Brota un rumor de cristales batientes, como si el mismísimo espejo se dispusiera a hablar, aunque sólo es un espejismo.

 

Entran en tromba los niños en el salón. La señora de Noel tuerce el gesto.

 

SRA. DE NOEL: Espejito, qué niños más chismosos.

 

Ellos bajan la cabeza, avergonzados, a excepción de Alex.

Suspira Julia.

 

JULIA: Vengan, les mostraré la habitación de Alex.

 

El Sr. Noel y Alex siguen a Julia por la escalera en dirección al cuarto de Víctor.

VÍCTOR: ¿Es que molestamos en algo a su... espejo?

SRA. DE NOEL: Naturalmente que sí, y deberías saberlo.

MELLIZAS (con un hilo de voz): Perdón.

La dama extrae el monóculo más extraño del mundo y observa a Zoe y Tamara.

SRA. DE NOEL: ¿Os gusta andar bajo la lluvia?

TAMARA; Sí, señora.

SRA. DE NOEL: ¿Abrís un paraguas dentro de casa?

ZOE: Pues...

SRA. DE NOEL: Ni se os ocurra.

TAMARA: ¡Oh, no se nos ocurrirá!

SRA. DE NOEL: ¿Si veis una estrella fugaz, pedís un deseo?

ZOE: No, señora.

SRA. DE NOEL: Mal hecho.

TAMARA: ¿Mal hecho?

SRA. DE NOEL: ¿Pasásteis por debajo de una escalera?

ZOE: Pues sí.

LORO: Pues mal hecho.

Grazna el loro, entrando por una ventana y batiendo sus alas hasta posarse en la repisa de la chimenea.

La señora de Noel mira a Felipe a hurtadillas. La irrupción del loro la ha soliviantado.

 

SRA. DE NOEL: ¿Te convierto en un loro de plastelina?

LORO: Ni se te ocurra.

 

46

Exterior. Jardín. Día.

 

Víctor sentado en el césped, bajo el magnolio, en actitud pensativa, ve jugar a Alex al escondite con Tamara y Zoe, mientras el asno, la cabra, el mono, la gata y el loro corretean entre ellos como si Alex fuera un ser humano semejante a los que uno puede ver rebasando un semáforo.

 

TAMARA; Felipe, eres un loro tramposo.

ZOE: Siempre miras por el rabillo del ojo.

LORO: ¡Toma y no!

TAMARA: Aléx, pagas tú.

47

Interior. Casa de los Abad. Atardecer.

 

El día se va como si tuviera alas. Los adultos, sentados junto a la chimenea, hablan en voz baja.

 

SR. DE NOEL: Hay que diseñar un plan para sorprender a Darío y sus ocultistas y recuperar el disquete.

 

Sra. de Noel: Completamente de acuerdo.

 

JULIA: No será fácil.

48

Interior. casa de los Abad. Noche.

 

Víctor aparece tendido en su cama, con las manos bajo la nuca. Frente a él en similar postura, está Alex.

Y se sumen en un dulce sueño.

El chimpamcé asoma los ojos por la habitación, va a la mesa de trabajo de Víctor, se sienta, dibuja un poco y se va del mismo modo que entró.

De sopetón se abre una ventana, filtrándose en la alcoba una neblina verdeazulada. Y canta un gallo. Víctor abre los ojos. Ve a Alex a su lado sentado en el borde del lecho.

 

ÁLEX: Dormilón, hay que recuperar el disquete.

 

 

Sacude Víctor la cabeza y mira a su huésped con ojos de estupor.

ÁLEX: Todo el mundo está preparado para volar.

VÍCTOR: ¿Quién es todo el mundo?

ÁLEX: Pues Zoe, Tamara, el asno, el mono, la lechuza, la cabra, la gata...

Incrédulo, Víctor se frota los párpados.

 

VÍCTOR: ¿La gata también?

Alex sonríe.

ÁLEX: Le dije que volaríamos muy alto.

 

Nada más vestirse Víctor, se desplaza a una ventana, retira los visillos y echa un vistazo al exterior.

VÍCTOR: ¿Dónde está el helicóptero?

ÁLEX: ¿Helicóptero?

Alex ríe entre dientes y su risa se vuelve cada vez más estrepitosa.

 

VÍCTOR: ¿Acaso tienes avión particular?

 

Al momento Víctor vio a través de la ventana la sombra de un objeto volador no identificado.

ÁLEX: Sí, ahí llegan los "helicópteros".

 

Víctor se abalanza contra el ventanal, y vuelve a meter los ojos en el vasto tapiz de la noche.

VÍCTOR: Increíble.

ÁLEX: No soy un aficionado.

A través de la ventana se ve una rebanada de luna cruzada en ese momento por objetos voladores. No son ovnis, sino escobas de bruja con memoria, altamente sofisticadas. A bordo de una escoba va Zoe, seguida de Tamara. Algo más rezagados vuelan el asno, la cabra, el mono, y la gata. Sólo la lechuza y el loro carecen de vehículo, de ahí que no cesen de cortar el viento con el movimiento de sus alas.

ÁLEX: No había escobas para todos.

Víctor da unos pasos atrás, con cara de pasmo.

 

ÁLEX: Apresúrate, aquí tienes tu escoba.

Le ofrece una, Víctor la acepta y sube a horcajadas.

 

49

Exterior. Campíña. Noche.

 

Nada más rebasar una nube, Víctor y Alex dan alcance a las mellizas.

 

ÁLEX: Seguid a Felipe y a doña Urbana.

La flota volante empieza a dar vueltas por el aire en torno a la urbanización.

 

VÍCTOR: Alex, ¿por qué estas vueltas?

ÁLEX: El loro trata de despistar a los espías de Darío.

 

Por encima de ellos titilan astros como guisantes de luz. Algo después los escobones dejan la horizontalidad, se inclinan y pierden altura. Abajo las casas ajardinadas parecen de juguete. Tal como sobrevuelan el pueblo fronterizo las luces de las farolas aumentan su tamaño, también se agrandan los tejados y al momento niños y animales ponen pie en tierra y esconden las escobas en un pajar cercano.

 

50

Exterior. Almacén de vinos. Noche.

 

ÁLEX (off): Sigamos a nuestros guías.

 

Obedecen sus órdenes. Luego, amparados en la noche, avanzan en silencio y se detienen delante de un caserón bajo rumores que producen temor.

 

51

Exterior. Almacén de vinos. Noche.

 

En la oscuridad brillan numerosos ojos entre un enigma de ruidos y rumores de aves nocturnas.

 

LORO: Ahí está la bodega.

LECHUZA: Donde Darío y sus adivinos celebran sus ritos.

 

Se oye un rumor de fiesta, seguido de música de flautas.

 

TAMARA: Deben de celebrar el robo del disquete.

LORO: Víctor y Alex conmigo.

Siguen a Felipe. Trepan por el tronco de la higuera, luego brincan desde la rama al muro del caserón, sujetándose en la reja del ventanuco. A través de los hierros observan el interior de la bodega.

 

52

Interior/Exterior. Almacén de vinos. Noche.

 

La gente allí reunida se lo pasa en grande. Los nigrománticos de menos autoridad no cesan de ir a las cubas de vino para llenar sus jarras y ofrecerlas a los danzantes.

 

VÍCTOR: ¡Vaya jolgorio!

Música.

Coreografía.

 

Las parejas de magos bailan en círculo, a veces espalda contra espalda, otras en hilera y unos frente a otros. Ellas lucen sombreros multicolores de ala ancha y los ocultistas empuñan negros paraguas puntiagudos.

 

Víctor y Alex intercambian una mirada de complicidad, saltan de la ventana a la higuera y se descuelgan al suelo a través del ramaje. Al pie del árbol los esperan las mellizas.

 

VÍCTOR: Tamara, Zoe, Alex y yo entraremos por sorpresa en el almacén de vinos.

LORO (irónico): Y nosotros apagamos las farolas.

ÁLEX: Los demás al acecho por si necesitábamos ayuda.

LORO: ¿Por qué me tengo que quedar yo fuera?

VÍCTOR: Nos puedes resultar más útil.

El chimpancé y la gata mueven el rabo, están disconformes.

 

ÁLEX: Silencio. ¿Aquí quien manda?

 

Hace Alex una pausa y, entre gran expectación, señala a Víctor con el índice.

 

ZOE: Víctor es el jefe.

LORO: ¿Y yo qué soy?

ÁLEX: El subjefe.

LECHUZA: ¿Y yo?

VÍCTOR: ¡Basta!

 

Víctor agradece a Alex con el pulgar la cesión de mando. Y con Alex a su lado sitúa a los animales por puntos estratégicos en torno al caserón. Después junto con las mellizas se dirigen con resolución a la puerta de la bodega y giran el picaporte.

 

53

Interior. Almacén de vinos. Noche

La entrada de los niños en la fiesta de nigromantes pasa desapercibida por la danza. Desde el suelo de la bodega asciende humos y vahos de aromáticas hierbas hacia las vigas y el altillo

 

TAMARA: Vaya nubarrón.

ÁLEX: Chiss.

ZOE: Huele a albahaca, a incienso.

ÁLEX: Baja la voz, es peligroso.

Un baile sucede a otro baile. Los músicos parecen ebrios de música y vino.

El loro encaramado en lo alto de la reja del ventanuco, observa el guirigay de magos y de repente da un grito estentóreo que deja patitieso a todo el mundo.

 

LORO: Silencio, aunque esto no es un atraco.

 

Su maniobra funciona: cesa la música, se inmovilizan los pies, la reunión de adivinos apenas osa respirar. Entonces se oye una fortísima carcajada.

Quien ríe a mandíbula batiente desde el altillo es Darío, alto, corpulento, de nariz chata y cejas pobladas. Su barba encubren sus rasgos de ilusionista de lo cotidiano. Cuando se enoja, sus ojos chispean y emiten una luz de búho loco.

Acaba de reparar en Zoe y Tamara.

 

DARÍO: Qué nenas más lindas. ¿Cómo te llamas?

ZOE: Zoe.

TAMARA: Y yo, señor, me llamo Tamara.

DARÍO: Bien, Zoe, ¿quieres un caramelo de hierbabuena?

TAMARA: No me llamo Zoe, sino Tamara.

DARÍO: De acuerdo, Tamara, muñeca, ¿te gustaría volar?

 

Las mellizas giran sobre sí mismas, de puntillas, como bailarinas de ballet, y luego miran al hombretón de hito en hito.

 

ZOE: ¿Con quién habla, señor?

DARÍO: Con Tamara.

 

ZOE: Qué distraído, me llamo Zoe.

 

Darío empieza a perder la paciencia y asesta un patadón al suelo, pero con tan mala fortuna que hace puré los dedos del pie de un aprendiz de mago, que le ofrece una jarra de vino en ese instante.

 

DARÍO: Demonios, ¿quién es Zoe y quién es Tamara?

 

Alex decide intervenir y lo saluda con familiaridad.

 

ÁLEX: Hola, Darío.

 

El aludido clava su ebria mirada en el niño y manosea la barba, aturdido.

 

DARÍO: ¿Sabes cómo me llamo,eh?

Con faz endiosada eleva su voz de trueno.

 

DARÍO: Oídlo. Todo el mundo conoce al gran Darío.

 

ÁLEX: Sí, toda la ciudad habla de ti.

 

El hombrón ríe de forma ensordecedora y desciende de lo alto por la escalera de caracol y se planta delante de su gente.

 

DARÍO: Todo el mundo habla de mí.

ÁLEX: Tu magia está en crisis.

 

Palidece el jefe de los médiums.

 

DARÍO: ¿En crisis dices?

ÁLEX: Lo dicen hasta los buos.

DARÍO: ¿Seguro?

 

El loro grazna desde el ventanuco.

LORO: Seguro que es seguro.

ÁLEX: Lo dicen hasta los pájaros que hablan.

 

De inmediato se eleva un murmullo de desencanto entre los seguidores de Darío.

 

DARÍO: ¡Darío domina como nunca sus poderes ocultos!

ÁLEX: Demuestra tus malas artes.

 

El otro ensancha el pecho, vacía una jarra de vino espumoso de un sorbo y se mueve como un pavo real, pasos por aquí, otros por allá, ensayando una gesticulación de dominio.

 

DARÍO: ¿Deseáis, pequeños, que os cuente un cuento?

LORO: Nos dormiríamos.

 

El hombrón gira su cuello de minotauro, extiende el brazo y señala a Felipe.

 

DARÍO: Hipnotizad al loro y a la olla con él.

 

Un racimo de ojos hipnóticos se elevan buscando las pupilas del pájaro de pico corvo, pero el loro ya se ha esfumado.

 

DARÍO: Érase una vez una ilusionista que intentó con su ordenador regalar a los ciudadanos un día más de sol y se quedó con las ganas porque Darío el Grande le birló su programa informático.

 

TAMARA: Ese cuento no hay quién se lo crea.

ZOE: Claro, es un cuento chino.

ÁLEX: Si hiciste eso es que tu magia está acabada.

DARÍO: ¿Acabada?

 

La descalificación altera el equilibrio interior de su interlocutor. Y comienza a dar zancadas con las manos en los bolsillos, sin cesar de rumiar:

 

DARÍO: ¿Mi magia acabada? Preparad la olla, coged al loro y echad a todas estos mocosuelos dentro, ¡pero, ya!

 

Los adivinos se animan a acatar sus órdenes y dan un paso hacia los niños, encerrándolos en un peligroso círculo.

 

ÁLEX: Te traemos un fax de Groenlandia.

VÍCTOR: Acabas de ser nombrado el abracadabra del año.

 

Hay una exclamación colectiva de admiración, un "oh!" inacabable. Darío da vueltas sobre sí mismo.

 

DARÍO: ¿Os decía yo? ¿Os decía yo?

 

Álex tiene un papel en la mano y el hombretón, temblándole su espesa barba de vanidad, alarga su zarpa y se lo arrebata.

 

DARÍO: Dame ese papel.

 

Cuando se dispone a leerlo, el fax se incendia de súbito, ardiendo como una tea.

 

El "¡oh!" ese ahora más intenso, pero tiene una matiz de desencanto.

 

El cabecilla de la asamblea de quirománticos mira a Alex con ojos exterminadores.

 

DARÍO: ¿Qué exhibición es ésa? ¿Magia, eh?

 

Da nuevas zancadas de un lado a otro de la nave, exige una jarra de vino, la vacía sin respirar y aulla.

 

DARÍO: ¿Me hace magia a mí? Es de infarto.

 

Empieza a reír y mover las manos y a gesticular para que los demás lo secunden y rían con él. En el almacén de vinos sólo se oyen carcajadas.

 

DARÍO (ojos húmedos): ¡Basta! Por favor, no riáis más.

 

Su semblante se altera, da unos pasos haciendo temblar el suelo con sus grandes botas de volar y se encara a Alex.

 

DARÍO: Nada en esta mano, nada en la otra y ahora: ¡observa!

 

Hay otro "oh" cargado de admiración. En la palma de la mano de Darío el Grande surge una pecera con una lubina nadando en su interior.

 

Sin inmutarse, Alex susurra unas frases ininteligibles y de un soplido hace desaparecer la pecera de la manaza del prestidigitador.

 

La concurrencia murmura, atónita, ante la magia de alta competición.

Preocupado, Darío mordisquea su labio.

 

DARÍO: Dime, chico, ¿cómo se apellida tu padre?

El loro acaba de asomar su cabeza por el ventanuco.

 

LORO: Noel.

DARÍO: ¿Luego tú eres Alex?

TAMARA: No es Alex.

ZOE: Alex es su hermano mellizo.

 

Hecho un lío, Darío ocupa el viejo sillón dorado, se frota una y otra vez sus manos y reclina la cabeza sobre su hombro en una actitud grotesca, para que todos ven que reflexiona.

 

DARÍO: ¿Crees que eres el mejor? Demuéstralo.

 

Asiente Alex en medio de un silencio y extrae del bolsillo una cabra diminuta hecha con arcilla.

 

ÁLEX: Es de barro, pero puede balar.

 

Darío el Grande suelta una carcajada coreada de inmediato por sus seguidores.

 

DARÍO: Demuéstralo.

ÁLEX: Cerrad los ojos y soltad un balido.

 

Es obedecido. Cuando abren los ojos hallan a Genoveva la cabra junto a Alex. El asombro se pinta en todos los semblantes.

 

DARÍO (empequeñecido): ¿Qué más sabes hacer?

 

ÁLEX: Puedo convertir la cabra en un mono.

 

Un murmullo de incredulidad crece entre los presentes, También Darío mueve la cabeza con escepticismo.

 

ÁLEX: Ahora, ojos cerrados y una voltereta.

 

Unos adivinos protestan, otros se resisten a dar la cabriola y acaban obedeciendo

Abren los ojos y en vez de la cabra aparece un chimpancé, es Alberto.

Nadie da crédito a lo que ve.

 

DARÍO (demacrado): ¿Y qué más sabes hacer?

ÁLEX: Puedo transformar al mono en una gata.

DARÍO (ojos relucientes): ¿Una gata negra?

ÁLEX: De un mono negro surgirá una gata de Angora.

ZOE: Tiene más mérito.

TAMARA: Y más fantasía.

Sucede tal como vaticina Alex. Entonces Darío el Grande pega un alarido de impotencia, corre hacia una cuba, abre el grifo y de forma ruidosa moja sus barbas en vino.

 

DARÍO: No, no, no.

ÁLEX: Ahora la gata volará igual que una lechuza.

 

Cuando la concurrecia cierra y abre un ojo, divisa a doña Urbana dando un vuelo de honor por encima de sus atónitos semblantes.

 

ADIVINOS: El chico es el número uno.

 

Y se llevan a Alex en volandas.

Música.

Coreografía.

 

En tanto oboes y contrabajos entran en acción, una danza sucede a otra. El vino corre a raudales, se festeja la coronación del nuevo señor de los médiums.

Y en la solemnidad del momento se oye, apagado, el canto del gallo. Felipe llega del exterior e introduce su cabeza de papagayo por entre las rejas del ventanuco.

 

LORO: Alberto, doña Urbana, cabra, gatita... ¿Dónde estáis? Que cantó el gallo.

 

Los aludidos se agrupan de inmediato junto al quicio de la puerta de la bodega.

 

Las mellizas se azoran al verlos juntos.

TAMARA: Se darán cuenta del truco.

 

Darío el Grande, hundido en su sillón, aguza el oído y se pone de pie con brusquedad.

 

DARÍO: ¿Truco?

 

ZOE: Señor, Tamara se equivocó de palabra.

 

Ya es tarde. El Gran Darío se tira de las greñas, da coscorrones y manotazos a los adivinos que se le cruzan ebrios, con sus jarras, ante él.

 

DARÍO: ¡Truco! Cogedlos vivos.

 

Los magos salen como lobos tras los niños, aunque la embriaguez da torpeza a sus movimientos. Los muchachos los esquivan y huyen por la puerta junto a los animales.

 

54

Exterior. Almacén de vinos. Amanecer.

 

Vemos correr a los niños hacia el lugar donde han ocultado los artefactos de volar.

A bordo de las aéreas escobas despegan del suelo y enfilan hacia la bóveda celeste, flanqueados por el vuelo del loro y la lechuza.

Abajo, en tierra, Darío y sus ilusionistas, incapaces de tenerse en pie, amenazan con los puños en alto a las escobas voladoras.

 

55

Exterior. Campiña. Noche.

 

TAMARA: ¡Vuelo! ¡Vuelo! Qué guay.

ZOE: Soy una gaviota, una gaviota.

Alex maniobra con su escoba y se cruza entre sus amigos y les obstaculiza el vuelo.

 

ÁLEX: Aprisa. Volverá a cantar el gallo del alba.

 

Se pone en cabeza, cerca del loro y la lechuza e inopinadamente vuelve el rostro hacia Víctor.

 

ÁLEX: Cuando despertéis, vuestra cabeza será una olla de grillos, os asaltarán dudas, querréis recordar, saber... No debéis hacerme preguntas de cuanto acabamos de vivir.

 

ZOE: Prometo no hacer preguntas.

TAMARA: Yo también lo prometo.

VÍCTOR: Prometo.

 

Aterrizan.

Alex desmonta las escobas, las oculta en sus estuches y desaparecen por entre los árboles somnolientos del huerto.

 

56

Interior. Casa de los Abad. Amanece.

En el cuarto de Víctor la luz del alba se cuela por una rendija de la ventana. Los ojos del niño pesan como losas y cae en un sueño profundo.

Planos también de las mellizas en sus lechos, sumidas en un sueño de ángeles.

Canta, estentóreo, un gallo.

El día se va configurando.

Comienza Víctor a despertar.

Se oyen las voces de Tamara y Zoe jugando en el jardín.

A la mente de Víctor acuden en tropel imágenes de la aventura nocturna: vemos retazos de sus recuerdos, piruetas aéreas de las escobas, secuencias de la fiesta de nigrománticos en el almacén de vinos, incluido el desafío de Alex a Darío. Las facciones de Víctor están sembrada de interrogantes: todo aquel tropel de imágenes, aquellas vivencias, ¿son fruto de un ensueño?, ¿ficción?, ¿realidad?

 

VÍCTOR (off): Tengo que saberlo.

 

Salta de la cama.

En el lecho de al lado no está el nuevo rey de los adivinos.

Sale Víctor raudo de la habitación y baja las escaleras de dos en dos peldaños.

57

Exterior. Jardín. Día.

 

Tamara salta a la comba. Zoe sujeta un extremo de la cuerda y el chimpancé el otro cabo.

 

VÍCTOR: Zoe, ¿Y a noche qué?

ZOE: Anoche, nada.

VÍCTOR: Tamara, ¿anoche, qué?

TAMARA: Me quedé sorda de este oído.

El pacto de silencio funciona entre las mellizas.

 

VÍCTOR: (off): Felipe no juró sellar su pico. Y el loro es fácil de sobornar.

 

Víctor se desplaza a la zona del jardín asignada a los animales, aunque para ellos no hay frontera que valga.

Felipe aparece dentro de su jaula picoteando una manzana y graznando su frase favorita.

LORO: ¿Qué hace un loro como tú en un lugar de locos como éste?

 

Víctor le hace una señal y muestra un dátil. Con el fruto seco en la mano lo arrastra a un rincón del huerto.

 

VÍCTOR: Felipe, lo vivido anoche fue fenomenal, ¿eh?

LORO (ambigüo): ¿De veras?

VÍCTOR: Lástima que no encontráramos el disquete.

 

El loro observa de reojo al niño y permanece callado.

 

VÍCTOR: Vamos, lorito, sabes a qué me refiero.

LORO: No sé.

VÍCTOR: Nos guiaste a aquella bodega del diablo.

LORO: ¡Ah!

VÍCTOR: Hay una cacatúa a quien le chiflan los loros.

LORO: ¿Ah, sí?.

VÍCTOR: ¿Quieres que te la describa?

 

Asiente Felipe con un movimiento del pico.

 

VÍCTOR: Sus plumas son como la seda.

LORO: ¡Vaya por Dios!

VÍCTOR: Es un encanto con su moño rojo.

LORO: ¿Es coqueta?

VÍCTOR: Es muy sexi .

 

Felipe mete el pico bajo el ala, pensativo.

 

LORO: ¿Y?

VÍCTOR: Cuéntame tu sueño de anoche.

 

El loro se rasca el moño con la pezuña y mira a Víctor con ojos exasperados.

 

LORO: ¿Eres un psicoanalista de loros?

 

Se aleja Víctor del pájaro, un tanto confuso.

 

58

Interior. Laboratorio. Día.

 

Víctor localiza a Alberto en el laboratorio. El mono, sigue las instrucciones del biólogo y emite gruñidos ante un magnetófono. El simio parece divertido de ver girar la cinta grabando sus ruidos guturales.

Detiene Víctor la cinta de la grabadora y ofrece un plátano al mono.

Alberto lo acepta y quita la piel del plátano con ademanes pausados.

 

VÍCTOR: ¿Tú volaste anoche en una escoba?

 

El chimpancé observa al niño con sus ojillos curiosos, luego se rasca su diminuto cráneo y mueve las orejas.

VÍCTOR: ¿Sí o no?

 

Por respuesta el mono da una voltereta.

Víctor indica con un ademán al mono que no se mueva y se dirige al canterano, abre un cajón tras otro, hurga entre los papeles del escritorio y coge unos cuadernos de tapas grises donde su padre anota sus investigaciones sobre el habla del chimpancé.

 

VÍCTOR (off): Aquí está.

 

Regresa junto a Alberto, sin cesar de consultar las notas. La letra es casi ilegible. Retira la vista de los renglones e interroga al chimpancé.

 

VÍCTOR: Repite: ¿qué hiciste o soñaste esta madrugada?

 

El mono, por respuesta, emite un sonido.

 

De nuevo Víctor echa un vistazo al cuaderno.

 

VÍCTOR (off): " ymm equivale a asombro, u-u-u- a tristeza, khriu-u a satisfacción, ghka a cólera...

 

En ese momento se oye la voz de Julia.

 

JULIA (off): Tamara, Zoe, Víctor, Alex...

 

59

Interior. Casa de los Abad. Día.

 

Están todos en el salón. Los niños inclinados sobre una mesita cuya superficie es un tablero de ajedrez. Víctor juega contra Tamara y Zoe.

La señora de Noel es la primera en tomar la palabra.

 

SRA. DE NOEL: Queridos, los adultos debemos realizar un trabajo.

SR. NOEL:Una tarea de búsqueda muy delicada.

JULIA: Hay una feria en la ciudad, y como Víctor es ya un muchachote...

VÍCTOR (off): Desean recuperar el disquete y por eso nos facturaban a la feria.

 

Plano sobre el reloj de pared señalando las seis de la tarde.

60

Exterior. Feria. Día.

 

Un coche se acerca a una zona espaciosa y sin ajardinar donde se alza la lona de una carpa, y al otro lado, entre rumor de gente, sirenas y música estruendosa, aparecen las instalaciones de los feriantes: la montaña rusa, la noria, el tío-vivo, la mujer barbuda, el túnel de la bruja, los chiringuitos con helados y refrescos...

 

JULIA: Víctor, cuida a las mellizas.

 

La mamá de Alex, entre carantoñas, arregla el nudo de la corbata a su hijo, mesa sus cabellos con la mano y le dice con cierto aire de superioridad:

 

SRA. DE NOEL: Y tú no te pases.

El señor Noel se muestra más comedido.

SR. DE NOEL: Dentro de un par de horas pasaremos a recogeros. Que os divertáis.

 

Los niños inician su paseo por la feria. Tal como desfilan ante los barracones, los equipos de megafonía anuncian a los cuatro vientos las atracciones.

 

Voces de circo: La mujer araña, los lanzadores chinos de cuchillo, el hipnotizador de hormigas, el loro que lee la guía de teléfonos...

 

ZOE: Ese número no quiero perdérmelo.

 

Detienen el paso, y se les corta el aliento al ver a Felipe a la puerta de una barraca. El loro se balancea en un trapecio a un metro del suelo, con una cadena de hierro enroscada a su pata. Pese a su limitación de movimientos, Felipe se anuncia a sí mismo.

 

LORO: Pasen por taquilla. Verán al único loro del mundo capaz de leer las páginas amarillas.

 

A Tamara le tiemblan las aletas de su nariz.

 

TAMARA: Pero si es Felipe.

ZOE: Y está encadenado.

 

Alex coge del brazo a las mellizas y las obliga a retroceder hasta ocultarlas entre el público bullanguero de la feria.

 

Ellas siguen con un nudo en la garganta.

 

ZOE (gimiendo): ¿Quién puede haber hecho una cosa así?

ÁLEX: Debe ser una venganza de los adivinos.

VÍCTOR: Quizá nos estén asaltando la casa.

Alex asiente, las mellizas se resisten en dejar la feria.

 

ZOE: Obligarán al pobre Felipe...

TAMARA: A leerse todo el listín telefónico.

 

En plena discusión les llega otra voz que los deja inmóviles.

 

VOZ DEL CIRCO: No se pierdan las proezas de un mono sabio.

TAMARA: ¿Un mono?

ZOE (con el corazón en un puño): Que no sea Alberto.

 

Las mellizas salen disparadas hacia el barracón de donde llegan las voces publicitarias.

 

Alex y Víctor echan a correr tras las niñas, aunque las pierden de vista a causa del gentío. Por fortuna las vuelve a ver estáticas ante una caravana donde a golpe de tambor el chimpancé, en medio de un acróbata y un malabarista, exhibe al igual que ellos, una antorcha encendida en las manos, fuego que se traga como si fuera un helado.

 

TAMARA: ¡Se va a quemar la tripa!

 

Los chicos alejan a las mellizas de esa exhibición que les encoge el corazón.

 

ZOE:¿Qué le habrá pasado a la gata y a los demás?

VÍCTOR: Hay que regresar a casa.

TAMARA: Pero volveremos a rescatar al mono y al loro.

 

Echa Alex a andar a toda prisa. Todos lo siguen.

 

ZOE: ¿Cómo vamos? ¿Por tierra?

TAMARA: ¿Por los aires?

 

61

Exterior. Calle. Día.

 

Se dibuja la decepción en sus caras cuando Alex detiene cona la mano un taxi.

 

ÁLEX: Subid.

TAMARA: ¿Por qué en taxi? ¿Por qué?

 

Contemplan a Alex junto al coche, que tiene ya la portezuela abierta.

ÁLEX: ¿Conocéis algún otro medio de transporte rápido?

VÍCTOR: (con un hilo de voz): Existen las escobas.

ÁLEX: Las utilizaremos para echar a los adivinos de vuestra casa.

 

A regañadientes se introducen en el taxi, que arranca con nervio.

 

62

Exterior. Campiña. Atardecer.

A mitad de recorrido el vehículo empieza a perder velocidad y dar brincos como si sufriera espasmos. El taxi acaba inmovilizado junto al arcén de un camino con álamos.

 

TAXISTA (off): ¡Vaya! Habrá que revisar el motor.

 

Descienden los niños del vehículo bajo las primeras luces de la noche. Es una carretera en medio del campo, con escaso tráfico, sólo se oyen cantar a los grillos.

 

El taxista alza el capó del coche y con una linterna en la mano mete los ojos en las tripas del auto. A continuación endereza el busto y se rasca la cabeza con la diestra.

 

TAXISTA: Qué extraño.

 

Intenta en vano poner el motor en marcha mientras por encima del taxi vuela una pareja de pajarracos oscuros.

 

TAXISTA (superticioso): Qué raro, gallinas negras.

 

Alex se acerca al coche, da un soplido en el carburador.

 

ÁLEX: Intente ponerlo ahora en marcha.

 

Escéptico, el taxista da un manotazo al capó y se pone al volante. Gira la llave de contacto, pisa el acelerador y el motor empieza a crepitar. Su ruido enardece a los gallináceos que caen en picado sobre el coche en medio de un revuelo de alas.

El taxista da un acelerón al coche y huye del lugar como si le siguiera el diablo.

 

TAMARA: ¡Eh! No se vaya.

Resignados, los niños echan a caminar.

Alex se acerca por detrás de Víctor y posa la mano por su hombro.

 

ÁLEX: ¿En qué piensas, Víctor?

VÍCTOR: En las escobas.

 

Mira a hurtadillas a Alex. Percibe una sombra de vacilación en sus ojos.

 

ÁLEX: Tienes vocación de barrendero, ¿eh?

 

Y sin más echa a caminar hacia las luces de la urbanización, que brilla en la lejanía

 

Las mellizas van a paso rápido tras Alex y Víctor, seguidos de cerca por las enigmáticas aves de corral.

 

ZOE: Alex, estoy cansada.

TAMARA: Y llegaremos tarde.

ZOE: Préstanos unos zapatos voladores.

VÍCTOR: O unas escobas.

ZOE: Tú, Alex, puedes hacer eso y mucho más.

 

63

Exterior. Casa de los Abad. Noche.

Los niños sufren un sobresalto al ser recibidos por una bandada de grandes murciélagos cuyas alas forman una cortina negruzca que cierran su paso y ocultan la casa.

Alex grita unas palabrejas y los pájaros de la noche huyen a la desbandada, dispersos en la oscuridad.

 

Un cuadro de desolación golpea la vista de los niños.

 

TAMARA: ¡Oh, mirad!

 

Al otro lado de la valla todo está patas arriba, como si la furia de un vendaval hubiera golpeado la vivienda. Planos de puertas y ventanas abiertas.

Del interior de la vivienda salen a raudales chorros de luz.

Todas las lámparas de la vivienda están encendidas.

 

ZOE: Qué desastre.

 

64

Exterior. Jardín. Noche.

 

Los niños recorren el jardín convertido en un cementerio de deshechos. Tal como avanzan se inclinan y recogen objetos del suelo.

 

VÍCTOR: ¡Mi álbum de cromos!

ZOE: ¡La muñeca que baila!

TAMARA: ¡Mis pinturas!

VÍCTOR: ¡El cuaderno de notas de papá!

 

Andan con cuidado para no pisar el batiburrillo de objetos esparcidos por el césped.

Vemos a Alex temblar de rabia, con los ojos fijos por donde huyeron los muerciélagos.

ÁLEX: Darío, esto no te lo voy a perdonar.

 

Las mellizas sollozan y enjugan una lágrima.

 

VÍCTOR: ¡Vamos a por ellos!

TAMARA: Una bota voladora, Alex.

VÍCTOR: Mejor las escobas.

 

La penumbra es ragada por grandes focos de luz, entre un rumor de voces que crece. Un equipo técnico de TV, arrastrando cables, comienza a filmar planos del desorden que se extiende a la vista.

 

VÍCTOR: ¿Qué pasa?

TAMARA: Están filmando, están filmando.

ZOE: Sí, sí, vamos a salir por la tele.

Delante del invernadero se perfilan unas sombras encogidas que se mueven con lentitud.

 

Aparecen inclinados Julia y los señores de Noel. Llevan guantes amarillos y sujetan sacos blancos de plástico donde introducen objetos que hallan al paso.

 

SR. NOEL: ¡Eh, chicos! Cuidado, no borrad huellas.

 

Los niños no salen de su estupor: unos desconocidos se cruzan ante ellos con similares guantes y sacos.

SRA. DE NOEL: ¿Qué hacen ustedes aquí?

EJECUTIVO DE TV.: Ayudar. Han dejado esto como un vertedero.

SR. NOEL: Oiga, ¿ustedes por qué filman esta casa?

REALIZADOR DE TV.: Vinimos a entrevistar a Julia Martín.

JULIA (agachándose): Es un zapato de Zoe.

SR. DE NOEL: Nos están cegando, apaguen esos focos.

EJECUTIVO DE TV.: Sí, señor. (eleva la voz). Apaguen esos focos.

SRA. DE NOEL: ¿Ha dicho una entrevista a Julia?

JULIA: No tengo nada que decir.

EJECUTIVO DE TV.: Vd. mandó un vídeo.

JULIA: Olvídelo.

REALIZADOR DE TV.:Hizo desaparecer el Empire State.

EJECUTIVO DE TV.: Mi jefe la quiere contratar.

JULIA: No me interesa.

SRA. DE NOEL: No molesten.

EJECUTIVO DE TV.: ¿Hará desaparecer las pirámides de Egipto?

SR. NOEL: Nos deslubran con los focos.

EJECUTIVO DE TV.: Apaguen esos focos.

SRA. DE NOEL: ¿Quieren dejarnos caminar?

 

Siguen agachándose y recogiendo objetos del suelo. Junto a los adultos van la gata, la cabra y la lechuza.

 

Tropiezan de repente con los niños.

JULIA: Víctor, ¿qué hacéis aquí?

VÍCTOR: El loro y el chimpancé trabajan contra su voluntad en la feria.

JULIA: Ven y cuéntemelo todo.

 

Víctor se aleja por el jardín con los adultos.

EJECUTIVO DE TV.: Idiotas, ¿qué estáis filmando?

REALIZADOR DE TV.: Sólo planos de Julia Martín.

 

65

Interior. Casa de los Abad. Noche.

 

Niños y adultos tratan de poner orden en el gran salón.

SRA. DE NOEL: Darío se ha pasado.

TAMARA: Vamos a darle su merecido.

ZOE: Tú eres una maga, tía Julia, ¿a qué esperas?

La señora de Noel hace un mohín como si se sintiera subestimada.

 

SRA. DE NOEL: ¿Y nosotros qué somos? ¿Otorrinolaringólogos?

JULIA: De momento el loro y el chimpancé no corren peligro.

SR. NOEL: Arreglemos esto antes que venga vuestra madre.

 

Las mellizas y Víctor se miran en el colmo del desencanto.

 

ZOE: Pero tía Julia...

JULIA: Estáis cansados, a dormir.

 

Toma de la mano a Zoe y Tamara y con Víctor y Alex detrás de ella comienzan a subir las escaleras. De sopetón un gran foco de luz entra por la puerta, seguido del equipo técnico de TV.

EJECUTIVO DE TV.: Ya lo sabe, el jefe la espera.

SRA. DE NOEL: Ella ya no hace ilusionismo.

 

La dama empuja a los inoportunos hacia el exterior y cierra la puerta.

Planos de Víctor y Alex en sus camas.

Planos similares de las mellizas.

 

TAMARA (off): A tía Julia le han robado el disquete.

ZOE (off): Y nos han hecho un deastre en la casa.

Enacadenado a Víctor y Alex.

 

VÍCTOR (off): Y ella, una maga en la era de Internet...

 

Encadenado a cuarto de las mellizas.

 

ZOE (off): No mueve un dedo.

TAMARA (off): Tía Julia, nos has decepcionado.

 

Abajo, el salón ya aguarda un cierto orden. Los adultos se dicen buenas noches con la mano, reprimiendo un bostezo.

Detrás de un ventanal abierto flota un cuerno de luna.

El reloj de pared se agranda y su péndulo se muestra activo.

Suena el canto de un gallo seguido de una densa niebla verdeazulada envolviendo la habitación de Víctor. Éste abre los ojos con la certidumbre de ver a Alex sentado al borde de su lecho.

 

ÁLEX: ¿Cómo puedes dormir mientras Darío el brujo se ríe de nosotros?

VÍCTOR (restregándose los ojos): ¡Eh!

ÁLEX: ¿Cómo puedes roncar cuando el loro y el mono están atados a una cadena?

 

De un brinco Víctor sale de las sábanas.

 

VÍCTOR: ¿Y las escobas, Alex?

 

Alex con el índice señala hacia el ventanal.

 

De dos zancadas Víctor alcanza la ventana, se acoda en el alféizar y ve a Tamara y Zoe en el espacio a bordo de sendas escobas. Doña Urbana bate sus alas algo rezagada entre las escobas de la cabra y el asno, que lleva sobre sus lomos a la gata.

 

VÍCTOR: Dame la mía, Alex, que estoy deseando tirarle de las barbas a Darío el cantamañanas.

 

66

Exterior. Campiña. Noche.

 

En un santiamén vuelan todos bajo la bóveda celeste. Las estrellas son gordas como puños y sugieren hacer guiños de ánimo. Los niños sonríen. Los astros estén de su parte.

Más adelante Víctor se cerciora de la orientación del vuelo.

 

VÍCTOR: Alex, por ahí no se va al almacén de vinos.

ÁLEX: Antes vamos a rescatar al loro y al mono.

 

Abajo, sobre líneas y laberintos de asfalto, circulan coches que parecen de juguete.

 

ÁLEX: Tamara, Zoe, seguidme, hay que perder altura.

ZOE: Tengo vértigo, tengo vértigo.

Descienden bajo un puente. Hasta ellos llega el rumor de voces publicitarias de la feria.

 

67

Exterior. Feria. Noche.

 

Alex aterriza seguido de sus amigos. Enseguida desmonta las escobas pieza a pieza, las introduce en sus estuches y oculta los palos aéreos entre unos matorrales, junto al primer barracón de feria.

 

ÁLEX: Vamos a liberar a Felipe y a Alberto.

 

De nuevo, entre la bruma grisácea, desfilan ante los barracones desiertos de público. Una olvidada cinta magnetofónica se deja oír, monótona.

 

VOZ: La mujer araña, los lanzadores chinos de cuchillos, el hipnotizador de hormigas, el loro que lee la guía de teléfonos...

 

Localizan a Felipe a la puerta de la barraca, posado sobre el pedazo de madera, atado a la cadena, dormido y susurrando en tono monocorde:

 

LORO:El único loro capaz de leer las páginas amarillas.

 

Se acerca Víctor al loro y examina el grosor de la cadena, Es de acero. Y retrocede unos pasos, cabizbajo.

Alex repite los movimientos de Víctor, sólo que no retrocede. Al contrario, empieza a frotar con las yemas de los dedos la cadena hasta que la ablanda como si fuera un trozo de queso. Luego libera al loro.

 

ZOE: ¡Consiguió soltarlo!

 

Y se van de inmediato en busca del chimpancé. Tamara lleva al loro posado sobre el brazo. El papagayo, muerto de sueño, no cesa de runrunear.

 

LORO: La guía de teléfonos, el único loro del mundo.

 

Llegan ante la barraca de los monos sabios. Ha desaparecido de la puerta el acróbata y el malabarista, sólo está el chimpancé, semidormido, golpeando un tambor con una mano y con una antorcha encendida en la otra.

 

ZOE: Vamos a casa, Felipe.

 

El mono, sin tan siquiera mirar a Zoe, da un golpe de tambor e intenta tragarse una bola de fuego.

 

VÍCTOR: ¿No has oído a Zoe?

 

Responde el simio con otro golpe de tambor.

 

ZOE: Soy Zoe y aquí están Tamara, doña Urbana, la gata...

ÁLEX: Es inútil, está hipnotizado.

 

Se acerca Alex al mono sin hacer ruido, le abre una pupila con la mano y sopla en su retina. Luego hace lo mismo con el ojo izquierdo. El chimpancé abre los ojos y al verlo pega una cabriola de alegría.

 

VÍCTOR: Vámonos de aquí.

 

Regresan al lugar donde ocultan las escobas.

 

68

Exterior. Campiña. Noche.

Una flotilla de escobas cruza el cielo que reluce de puntos luminosos. El loro vuela en la escoba de Zoe, con Alex a la cabeza. A fin de inmortalizar el momento, Víctor extrae una diminuta cámara de fotografiar y enfoca el objetivo hacia Alex, pero duda y retrata al loro y al mono. De inmediato oculta la cámara.

Bajo sus cabezas se perfilan las líneas de una construcción con todas sus luces encendidas: es el almacén de vinos. Las escobas hacen una pirueta en el aire y se inclinan para a tomar tierra.

69

Exterior. Almacén de vinos. Noche.

 

Unas sombras se mueven con sigilo en torno a la bodega. Del caserón no salen ni voces ni ritmos musicales.

Como el loro da muestras de lucidez, Víctor le hace una seña para que vigile desde lo alto del ventanuco. La lechuza, la cabra y la gata se colocan en puntos estratégicos.

 

VÍCTOR: Entremos por sorpresa.

ÁLEX: De acuerdo.

 

Los niños están ante el portón de la bodega, con las mellizas a sus espaldas.

Víctor decide abrir la puerta con resolución.

 

70

Interior. Almacén de vinos. Noche.

Desde el umbral ven a los ocultistas sentados en altos taburetes alrededor de la mesa de debates.

Al oír el crujido de la puerta, giran la cabeza y sonríen a los recién llegados.

Un médium, con camisa amarilla y tirantes negros se pone de pie y va a la puerta a recibirlos.

MÉDIUM: Venid, nos podéis ser de gran utilidad.

 

Otros ilusionistas permanecen de pie, en silencio, retirados contra la pared o inclinados con indolencia sobre los toneles de vino. En el centro de la nave, aislado, rezumando soledad, está Darío el Grande, cabizcaído, ocupando el gran sillón dorado.

 

DARÍO: Pasad, amigos, pasad.

 

De entre los reunidos surge Omar el Zahorí, un sujeto con cara de higo seco, de expresión biliosa y cargado de espaldas. El espantajo casi flota dentro de una gabardina con múltiples hebillas, y el único toque de elegancia es un sombrero de vestir de ala curva.

OMAR: Sí, yo, Omar el Zahorí, digo que eres un prestidigitador de pacotilla.

 

La acusación cae como un jarro de agua fría entre los presentes. Unos aprueban con aplausos el reproche, otros, los más, rechazan la acusación con abucheos.

 

De repente se hace visible Bola de Cristal, un adivino de pequeña talla. Su cabeza es casi esférica, el cráneo sin afeitar.

 

BOLA DE CRISTAL: Sabéis que yo, Bola de Cristal, olfateo a toda hora por dónde va el futuro, pues bien...

 

Los niños están inmóviles, atados por el asombro.

 

TAMARA: ¿Se llama Bola de Cristal?

ZOE: No me gusta ese Omar el Zahorí.

 

El tipo que tiene un cráneo como una bola de billar deambula de un lado a otro de la bodega en actitud desafiante.

 

BOLA DE CRISTAL: Darío el Grande no merece semejante trato.

OMAR EL ZAHORÍ: ¿Ah, no?

BOLA DE CRISTAL: Nadie le llega a la altura de sus zapatos.

 

Se eleva un murmullo. El hombrecillo se crece al sentirse apoyado por un buen número de astrólogos.

 

BOLA DE CRISTAL: Pruebas, exijo pruebas antes de juzgar al más hábil echador de cartas.

 

Omar el Zahorí, al oír la argumentación del pequeñajo, enrojece y grita, histérico.

 

OMAR: ¿Pruebas?

 

Y gesticula y pasea por entre las cubas de vino, sin dejar de mirar cara a cara a los advinos. Y acaba con la vista fija en Alex.

 

ZOE: Omar el Zahorí viene para acá.

VÍCTOR: Chiss.

Omar toma del brazo a Alex y lo lleva ante el sillón de Darío el Grande.

 

OMAR: He aquí la prueba.

 

Las mellizas dan muestras de inquietud.

 

ZOE: Alex no es ninguna prueba.

TAMARA: Así que dejadle en paz.

 

El ambiente está demasiado caldeado para atender las razones de unas niñas iguales como dos gotas de agua.

 

OMAR: No mide dos palmos y humilla a quién dice ser el número uno.

BOLA DE CRISTAL: No lo humilló.

 

En los labios de Omar el Zahorí se dibuja una sonrisa de escarnio. Y, ufano, pasea por el espacio vacío.

 

OMAR: ¿Así que una cabra?, ¿un mono?, ¿un loro?

 

Realiza un gesto de charlatán de mercados.

 

OMAR: Un parvulillo engatusó a quién dice ser el Gran Maestro en el dominio del azar.

 

Tamara y Zoe deciden intervenir y avanzan hacia Omar el Zahorí.

 

TAMARA: Alex no engaña, maravilla.

ZOE: Y no engatusa, juega limpio.

 

La intromisión de las mellizas obliga a Omar el Zahorí a guiñar el ojo a un enano, que se adelantó y obliga a las mellizas a volver a su sitio.

 

OMAR: ¿Qué porvenir nos aguarda?

OCULTISTAS: Habla tú, Omar.

OMAR: Saldrán otras Julias, diseñarán con sus ordenadores días azules y el mundo sonreirá de oreja a oreja.

 

Crece un rumor entre los presentes. Es evidente que Omar el Zahorí, merced a sus artes oratorias, va captando seguidores como si fueran moscas.

Bola de Cristal se acerca y susurra a Darío el Grande.

 

BOLA DE CRISTAL: ¿No tienes nada qué decir?

 

Quien está a punto de perder su influencia entre los ocultistas, se incorpora del sillón con lentitud y dice con un hilo de voz:

 

DARÍO: Nada por el momento.

Su respuesta acarrea un clamor seguido de voces polémicas. Unos aplauden, otros se desgañitan. El contraste de opiniones agranda el tamaño del alboroto.

De pronto el loro asoma el pico por la alta reja y su grito suena como un estampido.

 

LORO: Silencio, que parecéis cotorras.

 

El insulto apacigua los ánimos. Las miradas se elevan hacia las vigas del techo. Luego los ojos de los magos descienden y se clavan en los niños.

 

OMAR: ¿Qué hacen estos pequeñajos aquí?

UN ADIVINO: ¿Qué buscan a las altas horas de la noche?

TAMARA: El disquete.

OMAR: ¿Cómo?

ZOE: El programa informático.

Una sonrisa sombreada de enigmas se dibuja en la faz de quien pretende sustituir a Darío el Grande.

 

DARÍO: Lo siento, pero extravié el disquete.

 

Una exclamación de estupor se extiende a lo largo de la bodega.

 

OMAR: ¿Qué lo perdiste?

 

Tamara y Zoe hacen pucheros, en un tris de echarse a llorar.

 

ZOE: Pobre tía Julia.

TAMARA: Cuándo se entere.

 

Darío abre los brazos con impotencia y se hunde abatido en su sillón, mientras a Omar el Zahorí le brillan los ojos.

Y se cruza de brazos, después descarga la frente sobre su puño cerrado, pensativo y, al fin, se encara a la masa de adivinos.

 

OMAR: ¿Sabéis qué significa tal extravío?

 

Le responde un gran silencio. Omar el Zahorí lo rompe agachándose y batiendo palmas de forma rítmica.

 

OMAR: ¿Sabéis? ¿Véis? ¿Oís?

Se dispara el baile.

 

Música.

Coreografía.

 

CORO (off): Saber,

ver,

oír,

habla tú,

Omar el

Zahorí.

OMAR: El disquete

volverá a

una maga

que tiene

la manía

de soñar

utopías.

urbanas.

CORO (off): Saber,

ver,

oír,

habla tú,

Omar el

Zahorí.

 

OMAR: El arco iris

y la aurora

boreal serán

una pareja

estelar.

Y todo peatón

lucirá una flor

de girasol en

el sombrero.

CORO (off): Una flor de

girasol en

sombrero es

lo que quiero.

Un girasol

en el sombrero.

 

OMAR: ¿Y que decir del

sol naciente?

 

CORO (off): ¿Qué hay del

sol naciente,

Omar el Zahorí,

el sol naciente?

OMAR: ¡Por todo

los duendes!

Cantará de

sol a sol

todo bicho

viviente.

CORO (off): O sole mío...

 

OMAR: Como en Perú

donde el sol

es moneda

corriente.

 

CORO (off): O sole mío...

 

La dialéctica de Omar el Zahorí turba los corazones, confunde las mentes y sume en la confusión a telépatas y espiritistas.

El loro se anima a intervenir en favor del hombretón hundido en el sillón dorado.

LORO: Darío, quién te ha visto y quién te ve.

 

La frase hace mella en el ánimo del aludido, que se incorpora con otro talante y otra voz.

 

DARÍO: Estaba equivocado.

 

Se oye un "oh" de incredulidad entre los abracadabras.

 

DARÍO: Nunca debimos robar a Julia su disquete.

VOCES: Qué dice, delira, perdió el juicio.

DARÍO: Nunca estuve más lúcido.

 

Su personalidad se ha transfigurado.

Música.

Coreografía.

 

DARÍO: Toco hierro,

un día de perros

no es delito

robar al tiempo.

CORO (off): Qué más da,

que más da.

 

TAMARA: Voy con ellos.

VÍCTOR: No, Tamara, no.

 

Tamara se integra en el grupo de los bailarines.

 

TAMARA: Qué más da,

Qué más da.

 

DARÍO: Señorita,

a sus pies,

me concede

este minué.

 

TAMARA: Señor,

será un

honor, y

un placer

mover

mis pies,

ZOE: Hacedme sitio, por favor.

 

Los bailarines se llevan a Zoe en volandas.

 

DARÍO: Amigos, ¿sabéis qué pretende Julia?

CORO (off): Qué más da,

qué más da.

Calzo botas

de lluvia y

llevo paraguas

de cristal.

 

Omar el Zahorí de pie sobre la msa de madera tiene una gran flor de papel en la mano.

 

OMAR: Por mi cráneo.

La flor de

la utopía es

papel mojado.

CORO (off): Qué más da,

qué más da.

 

Se les viene encima un quinteto de bailarines, son los adivinos de Omar el Zahorí, que encabeza el grupo. Llevan trajes grises, corbatas rojas y sombreros y paraguas negros.

 

DARÍO: La tormenta

juega a los

dados y pierde

un rayo con

el temporal.

 

OMAR: Qué veo:

el aguacero

tiene una

vía de agua

en su velero.

CORO (off): Un paso aquí,

un paso allá,

panza de burra

diluviando.

Los bailarines de ambos bandos se enfrentan en una pantomima de lucha, y de tal guisa los hombres de Darío el Grande echan fuera de la bodega a los agoreros de Omar el Zahorí.

 

DARÍO: Celebremos a nuestro estilo la victoria.

 

Los ocultistas de Darío el Grande forman dos hileras, unos frente a otros, a veces espalda contra espalda, y comienzan a bailar bajo cortinas de humo.

 

TAMARA: ¡Hum! Huele a sándalo.

ZOE: Y a menta.

 

Mientras bailan los maestros en predecir y adivinar, los iniciados en las artes mágicas, tal como dictan los cánones, entre pasos de danza contemporánea, sirven jarras de vino.

 

VÍCTOR: Esta gente está de nuestra parte.

ÁLEX: Pero aquí no hallaremos el disquete.

 

Se dirigen los niños a la puerta sin que los quirománticos se percaten de su marcha.

 

TAMARA (off): Ojalá hallemos pronto el disquete de tía Julia.

ZOE (off): ¿Dónde estará?

 

71

Exterior. Campiña. Noche.

 

Es una noche traspasada por un fulgor de estrellas. Vemos a los niños surcar el espacio a bordo de sus escobas y alejarse de la bodega, flanqueados por el vuelo del loro y la lechuza,

 

72

Interior. casa de los Abad. Amanecer/Día.

Víctor está tendido en su lecho, con las manos en la nuca y los ojos abiertos. En la cama de al lado Alex duerme con placidez.

 

VÍCTOR (off): Pese a las fotos realizadas, debo pasar el resto de la noche en vela para no tener dudas sobre lo vivido en la bodega de los adivinos.

 

El sueño es más poderoso que su voluntad. Los párpados de Víctor se cierran en busca del sueño reparador.

Al otro día, con el sol alto, Víctor abre los ojos y deja las sábanas. Busca a Alex con la vista, pero su lecho está vacío.

Al bajar la escalera, Víctor se cruza con tía Julia.

 

JULIA: Víctor, el loro y el chimpancé se escaparon de la feria y están ya con nosotros.

 

Zoe, Tamara y Alex, junto con los señores de Noel, desayunan con apetito. Felipe, dentro de su jaula abierta, picotea una hoja de lechuga.

Tía Julia y Víctor ocupan un lugar en la mesa.

 

ZOE: Dormilón, se te han pegado las sábanas.

 

Las mellizas ríen por lo bajo.

 

 

VÍCTOR: ¡Vaya! No queda zumo de naranja.

 

Se alza y va en dirección a la cocina. Al pasar junto a la jaula murmura en la oreja del loro.

 

VÍCTOR: ¿Cómo se siente uno volando en una escoba?

 

El loro lo mira de reojo, con uno de esos gestos suyos tan ensayados y esboza una mueca.

 

LORO: Estás en Babia.

 

Y desvía la cabeza y sigue picoteando la hoja de lechuga.

 

Sin resignarse, con la cámara de fotografiar en la mano, Víctor entra en el cuarto de revelar las fotos.

Tiene un nudo en la garganta.

Serie de planos donde se le ve revelando los negativos. Las fotos empiezan a definirse: sólo aparecen el loro y el mono.

Víctor suelta una imprecación: las escobas se han difuminado y Felipe y Alberto semejan volar sobre un fondo nocturno de astros.

 

VÍCTOR (off): Dirán que las fotos han sido tomadas desde el jardín durante una noche de estrellas.

 

De repente se oye el claxon de un coche en el exterior, seguidos de voces alborozadas de las melliza.

 

73

Exterior. Casa de los Abad. Día.

 

Recostado en la verja, Víctor observa el coche de donde salen sus padres. Tamara y Zoe corren a arrojarse a sus brazos. Tía Julia presenta a los señores de Noel. El ritmo no decrece: la bienvenida, los apretones de manos.

 

JULIA: Los señores de Noel, su hijo Alex.

 

Intercambio de saludos. Victoria no retira los ojos de los Srs. de Noel.

 

74

Interior. Casa de los Abad. Día.

 

Los adultos toman el café junto a la chimenea. Desde el jardín llega el rumor del juego.

 

JULIA: Me tomé la libertad de invitarlos a quedarse.

VICTORIA: Querida, hiciste muy bien.

 

Llaman a la puerta. Entra el Pretendiente de Julia disfrazado de cartero, seguido de las mellizas.

 

PRETENDIENTE: Telegrama urgente para la señorita Julia.

VICTORIA: ¡Oiga! Todos los telegramas son urgentes.

PRETENDIENTE: Pero este es multiurgente, lo manda un juez.

JULIA (por lo bajo): ¡Tú!

REYNALDO: Qué cartero más raro.

Música.

Coreografía.

 

PRETENDIENTE: En un tilo

hay una

paloma

con un

un mensaje

en el pico.

 

CORO (off): De pie,

con un

pie,

hasta

el gorro

está el

juez.

 

JULIA (hablando): No me fío.

SRA. DE NOEL: ¿Para qué la reclama un juez?

 

PRETENDIENTE: Una cita,

dos anillos,

un sueño de

azahar en el

dedo anular.

 

TAMARA: Zoe, el cartero es el Pretendiente.

ZOE: Qué cara más dura.

 

Las mellizas avanzan dispuesta a desenmascararlo, pero él las toma de las manos y baila con ellas.

 

CORO (off): Baile

usted,

quien

casa

hace

una casa.

Baile

usted,

el juez

no puede

esperar.

El Pretendiente con una flauta en la mano se lleva a las mellizas al jardín.

 

75

Exterior. Jardín. Día.

 

Los niños y el Pretendiente bailan en el jardín, mientras se dirigen al gimnasio.

 

76

Interior. Gimnasio. Día.

 

A la izquierda del gimnasio hay un tatami. El otro extremo lo ocupan aparatos de gimnmasia: el potro, el banco de abdominales, anillas, bicicletas estáticas, barras y pesas de diverso tamaño...

Música.

Coreografía.

 

CORO (off): De pie,

con un

pie,

hasta

el gorro

está

el juez.

 

Surge un grupo de bailarines en su papel de especialistas en vestuario, maquillaje y caracterización de TV., quienes visten a Víctor con un abrigo oscuro, le ciñen una boina con una borla de fin de curso y le entregan un par de guantes blancos. Víctor con gesto grave se pone de pie sobre el potro de gimnasia.

TAMARA: Qué rubor,

un novio

flautista

disfrazado

de flautista.

 

Aparece más personal: unos con cámaras al hombro, otros con pliegos de contratos y pluma en mano.

Las mellizas lucen ahora pelucas, vestidos largos y pamelas. Ellas se apoyan con graciosas actitudes sobre los instrumentos de hacer gimnasia. Un regidor les coloca en la mano un vaso con zumo de piña y una pajita.

 

EJECUTIVOS: Madame,

a sus pies,

será una

superestar

si firma

el papel.

ZOE (hablando): Víctor, ¿y tu pluma de gorrión?

 

VÍCTOR: Con un callo

en el dedo

no firmo

hasta enero.

C ORO (off): De pie,

con un

pie,

hasta

el gorro

está

el juez.

 

TAMARA (hablando): Pidan fecha, por favor.

Obedecen. Se ponen en fila, uno tras otros, incluido el Pretendiente, y dejan el gimnasio a paso ligero.

77

Interior. Casa de los Abad. Día.

Las familias Abad y Noel están en el salón reunidas al completo.

 

VICTORIA: Julia, ¿qué tal lo habéis pasado?

TAMARA: Más que bien.

ZOE: Y menos que mal.

VICTORIA: ¿Fueron días apacibles, sin sobresaltos?

REYNALDO: ¿Por qué sobresaltos?

Detrás del sofá aparece una mano alzada, sujetando un documento y una pluma que entrega a Julia. Ella lo lee y devuelve.

 

JULIA: ¡No firmo!

REYNALDO: ¿Firmar? ¿Qué hay que firmar?

JULIA: Hermanita, la paz reinó en tu hogar.

 

Victoria y Reynaldo intercambian una mirada. Tres manos alzadas aparecen de súbito y entregan papelorios a Julia, ésta los hojea y rechaza.

 

REYNALDO: Creo que me puse las gafas al revés.

JULIA: ¡No y no!

REYNALDO (mirando a su esposa): ¿No y no?

VICTORIA: Reynaldo, cállate.

REYNALDO: ¿Se conocen hace mucho tiempo?

 

Mientras formula la pregunta, su mirada abarca de forma expresiva a su cuñada y a la pareja de adivinos.

 

SR. DE NOEL: Me atrevería a decir que toda una vida.

 

Victoria retira en una bandeja las tazas del café y va a la cocina, Julia la sigue.

En el fregadero, Victoria limpia las tazas.

 

VICTORIA: Metiste a dos magos en casa.

JULIA:Se presentaron de improviso y...

VICTORIA: ¿De improviso?

JULIA: En fin, ya nos vamos.

VICTORIA: ¿Te vas?

 

A Victoria se le humecede la mirada.

 

JULIA: Hay mucho que hacer.

 

Planos de Julia en el desván, desactivando instrumentos y apagando ordenadores.

78

Exterior. Jardín. Día.

 

Victoria va ensimismada por el césped del jardín cuando sus pies tropiezan con una tetera color Rosa Pompadour, se agacha y recoge la tetera. No sale de su estupor. Va doblándose y recogiendo entre la hierba otros objetos: un candelabro de plata, una pipa del biólogo, un reloj inglés de bolsillo.

 

79

Interior. Garaje. Día.

 

Las mellizas estan al volante de dos coches de los años veinte.

Surge Víctor en la puerta.

 

VÍCTOR: Tía Julia se va.

 

Tamara y Zoe, apesadumbradas, salen del interior de los automóviles.

 

VÍCTOR: Espero que no lloréis.

ZOE: No somos un par de crías.

TAMARA: Pero lo sentimos mucho.

VÍCTOR: Algún día tendría que dejarnos.

Los niños tienen los ojos húmedos, pero reprimen sus emociones.

Entra Victoria en el garaje, con las manos repletas de objetos hallados en el jardín.

 

VICTORIA: Víctor, ¿qué pasó mientras estuvimos ausentes?

 

Él hace un gesto como si no entendiera la pregunta.

A punto de perder la paciencia, Victoria desvía la mirada hacia Zoe.

 

VICTORIA: ¿Qué tienes tú que decir?

 

Zoe aprieta los labios con tal violencia que se ponen lívidos.

 

VICTORIA: ¿Y tú?

TAMARA: ¿Crees, mamá, que nos pasamos las noches volando en una escoba?

 

Planos sobre la colección de coches antiguos del biólogo.

Ahora Víctor aparece recostado en el capó de un viejo Ford, y las mellizas sentadas en el estribo del coche, con un cuaderno de dibujo en las manos.

Entra Alex, muy serio y elegante. Víctor salta del auto y se coloca junto a él.

 

ÁLEX: ¿Qué estáis dibujando?

TAMARA: Escobas.

ZOE: Muchas escobas.

VÍCTOR: ¿Te vas ya, Alex?

ÁLEX: Pero no de la ciudad.

TAMARA: Haces cosas tan extraordinarias.

ÁLEX: ¡Bah! Son unos cuantos trucos.

ZOE: ¿Por ejemplo?

ÁLEX: ¿Juego de adivinanzas?

Música.

Coreografía.

 

MELLIZAS: A ver, a ver.

 

ÁLEX: ¿El faro de los

grillos es...?

 

MELLIZAS: ¡La luciérnaga!

 

ÁLEX: Es.

 

VÍCTOR: Oé, oé,

en un

círculo

mágico a

Alex hallé.

 

TAMARA: Oé, oé,

la luna pinta

su media cara

con su amuleto

de rana.

 

ZOE: Oé, oé,

mi muñeca

baila con

un sólo pie.

ÁLEX: ¿El faro de los

grillos es...?

 

MELLIZAS: ¡La luciérnaga!

 

ÁLEX: Es.

 

La súbita alegría cede paso a un sentimiento de nostalgia.

 

VÍCTOR: Alex, vuelve cuando quieras.

Alex sonríe y va hacia la puerta, se para, coloca la mano abierta bajo el mentón, da un soplido a modo de beso de despedida y de sus labios escapan multicolores pompas de jabón.

 

80

Exterior. Casa de los Abad. Día.

 

Víctor, Zoe y Tamara alineados junto a la puerta del jardín ven cómo la familia Noel se introducen en su coche.

El motor no arranca. Salen del vehículo Alex y su padre.

 

SR. DE NOEL: Falta combustible.

REYNALDO: La gasolinera más próxima está...

El señor Noel abre el portamaletas.

En sus manos, una garrafa de agua.

SR. DE NOEL: Toma, Alex, llénala.

 

Alex llena el recipiente desde un grifo del jardín ante el estupor de los anfitriones. Y de seguido el Sr. Noel retira el tapón del depósito de gasolina y vacía el agua de la garrafa como si fuera gasolina ante el asombro de Reynaldo y Victoria y la sonrisa de complicidad de los niños.

Plano sobre el señor Noel al volante del coche.

 

SR. DE NOEL: Alguna ventajilla tenemos que tener, ¿no?

 

Cuando Alex se va introducir en el coche, da media vuelta y se encara a sus amigos, que no le quitan ojo al otro lado de la verja.

 

ÁLEX: Vive aventuras y no mueve un dedo.

TAMARA:¡Oh!

ÁLEX: Está en todas partes y no tiene pies.

VÍCTOR: Pues...

ZOE: ¡El sueño!

 

Alex sonríe, asiente con el mentón y se dirige al coche. El automóvil arranca y desaparece de la vista del atónito matrimonio Abad.

 

VICTORIA (suspira): Unos magos menos.

ZOE: Mamá, ¿tía Julia por qué se va?

VICTORIA: Tiene cosas que hacer.

TAMARA: ¿Cosas de abracadabras?

81

Interior. Laboratorio. Día.

Reynaldo Abad viste su bata blanca y aparece sentado ante su escritorio. Tiene el magnetófono encendido mientras toma notas en su diccionario de habla simiesca. El biólogo está algo exaltado; resopla, detiene la cinta, e invita al chimpancé a articular sonidos.

El mono emite una sílaba que repite hasta la saciedad, en tanto el biólogo vuelve a grabar.

Reynaldo da gritos de satisfacción. Sus gritos atraen a la familia Al otro lado de la puerta entreabierta, Victoria, sus hijos y el loro observan la imagen que ofrecen el mono y el biólogo.

 

CHIMPANCÉ: Mag... mag... mag.

 

La cinta magnetofónica repite una y otra vez idéntico sonido.

 

CHIMPANCÉ (off): Mag... mag... mag.

 

Victoria se arregla el pelo de forma desmañada y va hacia Reynaldo seguida de los niños.

 

VICTORIA: ¿Y para eso te pones tan nervioso?

 

Éste se vuelve hacia ella con una luz exaltada en la pupila.

 

REYNALDO: ¿No te das cuenta?

TAMARA: ¿De qué papá?

REYNALDO: Alberto utiliza un sonido nuevo.

VÍCTOR: ¿Y qué?

 

Una expresión de impotencia se dibuja en el rostro del biólogo.

 

REYNALDO: No llego a comprender qué quiere decir.

 

Vuelve a retomar su diccionario y lo hojea con dedos nerviosos.

A Zoe le da por apretar una tecla y la cinta del se deja oír.

 

CHIMPANCÉ (off): Mag, mag, mag...

 

En medio de aquel golpe de voz machacón, Reynaldo se mesa los cabellos, excitado.

Se gira sobre sus hijos.

 

REYNALDO: ¿Ocurrió algo especial durante esos días?

TAMARA: ¿Especialmente especial?

VICTORIA: Debieron ocurrir cosas inusuales.

 

En el dintel de la puerta acaba de aparecer Julia con el maletín del ordenador en la mano y el paraguas en la otra.

Justo cuando Tamara activa el magnetófono.

 

CHIMPANCÉ (off): Mag, mag, mag.

 

En medio de la incertidumbre, el loro realiza un vuelo por el interior del laboratorio y grazna.

 

LORO: ¿Qué es mag, mag, mag?

 

El simio alza la vista hacia el pájaro, dando señales de entender la pregunta.

 

ZOE: Parece que sabe lo que quiere decir.

Reynaldo observa al chimpancé como si fuera una reliquia.

 

REYNALDO: Y el Congreso lo tengo ahí.

VÍCTOR: Alberto, ¿dinos qué es mag ?

TAMARA: Dinos qué significa.

JULIA: ¿O dónde está esa cosa llamada mag .

 

Al oír la voz de Julia, todos vuelven la cabeza.

El mono da una voltereta en señal de obediencia y salta por la ventana del laboratorio.

 

82

Exterior. Jardín. Día.

 

Al momento tras el chimpancé corren el asno, la cabra y la gata. En cambio, el loro y la lechuza vuelan sobre la cabeza del simio.

Se ven los pies de las personas deslizándose con rapidez por el césped del jardín.

TAMARA: Es fantástico.

ZOE: Qué emocionante.

El mono se desplaza, ágil, a cuatro manos por la hierba, y en el linde con el huerto, bajo el magnolio, se detiene.

El loro y la lechuza aterrizan en sus frondas. Felipe salta a otra rama más baja.

 

LORO: Mag, mag, mag...

ZOE: Magnolio ¡y ya está!

 

A todos se les ilumina la cara. El biólogo brinca de la euforia a la reflexión.

 

REYNALDO: Genial. Alberto identificó al magnolio.

 

Hace una pausa, queda como ausente.

 

REYNALDO: Y por qué "magnolio" precisamente? Debe haber un motivo, una causa, que explique...

 

El chimpancé se inclina y empieza a hurgar la tierra del magnolio hasta hacer un hoyo.

En la mano del mono acaba de surgir un diminuto bolso de piel con una piedra preciosa a modo de ojo humano.

 

Julia no da crédito a lo que ve.

JULIA: Sí, sí, ¡ahí está el disquete!

Impresionados, los niños en silencio se alejan unos pasos del lugar del descubrimiento.

 

TAMARA: ¿Cómo lograría el mono recuperar el disquete?

 

La mano de Julia acaricia la cabeza del chimpancé y le apremia con dulzura.

 

JULIA: Entrega el bolso a su dueña.

 

El simio observa al loro, éste afirma moviendo su pico ganchudo y el mono ofrece el bolso a Julia.

El biólogo arruga el ceño.

REYNALDO: ¿Y porqué brilla tanto?

 

Los niños sonríen al ver la felicidad que embarga a Julia.

 

ZOE: Mañana hará un sol de playa.

 

Reynaldo alza la mirada hacia la bóveda celeste, examina el cielo.

 

REYNALDO: Está nublado. Y el hombre del tiempo ha pronosticado...

TAMARA: Habrá un sol radiante.

 

Observa el biólogo con recelo a las mellizas.

Julia introduce el bolsito en su maletín. Consulta la hora.

 

JULIA: En fin, es la hora de partir.

REYNALDO: ¿Te llevo en mi coche a la estación de ferrocarril?

 

Ella con una sonrisa rehúsa la invitación.

 

REYNALDO: ¿Y si pierdes el tren?

 

Las mellizas asestan un tirón a la manga de la bata del biólogo.

ZOE: Tía Juliano no necesita trenes.

REYNALDO: ¿Ah, no?

TAMARA: ¿Volverás, tía Julia?

VÍCTOR: Qué preguntas haces, Tamara.

 

Luego de los besos de rigor, Julia coge el maletín con su mano derecha y el paraguas con la otra.

Los Abad, inmóviles, sujetos a una emoción, la ven alejarse hacia el verdor de las colinas.

Tamara y Zoe intercambian una mirada y salen corriendo tras ella.

 

83

Exterior. Campiña. Día.

 

Al subir una pendiente, las mellizas quedan atónitas: Julia ha desaparecido. En cambio quien está delante de las niñas es el Pretendiente, mirando hacia lo alto y pedaleando con lentitud sobre la bicicleta.

 

PRETENDIENTE: ¿Cuando nos casaremos?

JULIA (off): Cuando dejes de boxear.

PRETENDIENTE: Colgué los guantes.

 

Exhibe la flauta, toca unas notas.

 

PRETENDIENTE: Soy un flautista titulado.

JULIA (off): Hay muchos días nublados por ahí.

PRETENDIENTE: He visto reír a la gente en días nubosos.

JULIA (off): En días de sol la risa se multiplica por tres.

PRETENDIENTE: Siempre pensando en los demás.

JULIA (off): Y tú siempre pensando en casarte. ¡Y no sabes hacer nada!

PRETENDIENTE: ¿Ah, no?

 

La bicicleta se aleja de las mellizas. El Pretendiente tiene alma de equilibrista y se le ve circular hacia atrás, colocar la cabeza en el sillín y los pies en alto e incluso llevar la flauta a los labios e interpretar una melodía.

Sonríen las mellizas.

la imagen de las niñas se encadena con la de Víctor, que en ese momento le dice al loro.

 

VÍCTOR: ¿Cómo pudo el mono birlarle el disquete a Darío?

LORO: Soñador.

 

Comienzan a desfilar títulos de crédito.

Vuelve la imagen del Pretendiente con su flauta, música y equilibrios sobre la bicicleta.

 

FIN.